miércoles, 16 de junio de 2010

Mundial


Parece que fue ayer cuando uno se liaba a dar patadas al balón en el patio del colegio, tratando de imitar a las máximas estrellas del Mundial de Argentina con Mario Kempes a la cabeza… Y ya han pasado 32 años de la palomita aquella de Miguel Ángel ante Austria. O sea, ocho copas del mundo, incluida una oprobiosa fase final en España con un no menos lacerante recuerdo en forma de mascota: Naranjito.
Treinta y dos años, media vida de la que tengo cierta consciencia; y cada cuatro años, lo mismo. El mismo mantra. La marmota que vuelve del pasado… Porque, indefectiblemente, varios meses antes de que empiece a rodar el balón, España es ya la virtual campeona del mundo: el universo futbolístico se rinde ante el talento de los jugadores hispanos y poco menos que se resigna a su tan escasa como tradicional suerte de asistir como meros comparsas a un nuevo título para las vitrinas españolas...
Ya metidos en harina, la historia se tuerce, claro. Y lo hace por muy diversas razones: puede ser la nefasta actuación del guardameta; otras veces, la incompetencia de un delantero (en uno y otro caso, con la excepción de Cardeñosa y su lamentable pifia ante Brasil en el 78, ayuda mucho la procedencia vasca de su protagonista); y si no, el árbitro. Porque la historia de España en los mundiales de fútbol se presta a todo un estudio de alta política y de un bloqueo deportivo-judicial tan sordo como eficaz a lo largo de las décadas: a bote pronto creo recordar comentarios acerca de supuestos arbitrajes indecentes protagonizados por colegiados de más de media docena de nacionalidades. Algo así como un eje del mal formado por unos tipos que, silbato en ristre, tienen como único objetivo hacerle la pascua a Manolo el del bombo.
Este año no podía ser una excepción. Alentados por la euforia de los informadores deportivos más recalcitrantes y repartidos por la práctica totalidad de los medios más allá de su línea editorial (me río yo de la Brunete mediática y de la caverna españolista), mis compatriotas y yo mismo nos aprestamos a sufrir una nueva decepción, al estallido de una nueva burbuja. Aunque, cierto es que en esta ocasión al menos los chicos de la roja comparecen como campeones de Europa. Vamos, que yo ando como loco buscando mi vuvuzela para esta tarde...
En España vivimos de expectativas. De expectativas y de apariencias. Nos encanta. A las tres semanas de firmar una hipoteca de 40 millones que nos haría pasarlas moradas durante décadas para devolver 60 y pagar así un piso que no valía ni 25, el Audi para ir al Supersol, la comunión de la Vane con viaje incluido a Eurodisney y la caseta de la Feria, nos creíamos unos nuevos ricos. Prácticamente millonarios, vamos. Eso pasó durante años; y, claro, también nos tocará pagar las consecuencias durante años. Por fortuna, sólo dentro de cuatro, volveremos a ser campeones del mundo.

(En la imagen, una posible prueba de que el ceceo pertinaz y la enajenación mental transitoria colectiva como consecuencia del debut de España ante Suiza en el Mundial nos están haciendo perder los papeles. País…)

Campeones


Hace unos meses, febrero del año pasado, ya publiqué una entrada en este blog dedicada al equipo de baloncesto de Vitoria, el Baskonia. Anoche, esta vez bajo el nombre comercial de Caja Laboral (el nuevo patrocinador que llegó al rescate in extremis tras la triste y forzosa retirada de Tau Cerámica), se convirtió en el campeón de la Liga ACB de baloncesto. Por ello, vuelvo a escribir de ese enorme y sólido grupo humano, magníficamente liderado y perfectamente cohesionado; una verdadera piña que, por encima de las diferentes nacionalidades de los cinco corazones que palpitan en el parqué, consigue una perfecta comunión entre una entidad deportiva y toda una ciudad. Y lo hace de la forma en que todo proyecto que apela a la emoción se reviste de la épica que envuelve a las aventuras colectivas.
El Baskonia es campeón contra todo pronóstico. Porque consiguió derrotar tres veces seguidas en una semana al mejor equipo de Europa, el todopoderoso FC Barcelona; porque un club y una afición, toda una ciudad, creyeron en sí mismos; y porque doscientas mil voluntades pueden más que cualquier encuesta.
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(La foto, sobre estas líneas, ha sido tomada de la página web del Baskonia)

jueves, 10 de junio de 2010

Un lujo

No ha sido la primera vez. Ya me sucedió hace unos meses, en la presentación en Sevilla de la Fundación Alfonso Perales. Pero lo de esta tarde ha sido más demoledor. Solo en casa, en el sofá, mi hiperquinético pulgar se ha quedado congelado sobre el mando a distancia. Me había quedado embobado escuchando a Felipe González en un acto conmemorativo de los 100 años de la presencia del primer socialista, Pablo Iglesias, en el Parlamento español.
Como ya hizo aquella mañana de sábado en Sevilla, no sólo me ha cautivado sino que me ha convencido: ha hablado de la crisis económica, de la forma de salir de ella, de la necesidad de trabajar más y mejor, de aumentar la competitividad, de la exigencia de adaptar el modelo europeo de bienestar a las reglas del juego del siglo XXI, de la responsabilidad del Gobierno y el necesario patriotismo de la oposición… Con autoridad, en su cada vez más raramente aplicable tercera acepción.
Pero de su intervención de hoy, más allá de sus palabras concretas, me quedo con dos conclusiones en línea con su célebre frase sobre los jarrones chinos: una, que este país es enormemente desagradecido con ciertas personas que han contribuido decisivamente a que seamos lo que hoy somos; y dos, que el ex presidente del Gobierno es un lujo para este país. Y no está la cosa para permitirse lujos…

miércoles, 9 de junio de 2010

Amigos

Esta mañana ha sido una mañana de reencuentros. Tal vez porque madrugué, en busca de un amigo que ya me había reservado un hueco en su agenda, y porque el refranero es sabio. El caso es que la lluviosa mañana me había reservado una agradable sorpresa (al contrario que las causas y los azares de Silvio Rodríguez). Una sorpresa en forma de un puñado de amigos de esos con quienes ya era un placer tropezarse en un tiempo en el que coincidíamos casi a diario. Han sido sólo unos breves minutos tras un amplio paréntesis; pero han sido.
La muchacha de cabello ensortijado de color mágico y ojos sonrientes; quien se sentaba frente a ella y vela sus descansos tras las batallas; el amigo-hermano con una de las cabezas más brillantes de Jerez; la chica que surgió, no del frío, sino de la tierra del mosto y las angulas; al teléfono había una voz que evocaba amistosos sonidos de otros tiempos. Y mi otrora alter ego, a quien sigo sin ser capaz de pagar un café y con quien he podido compartir un rato (siempre corto) de enriquecedora charla, como dos peripatéticos bajo el chirimiri...
Me ha encantado. Porque, como el dinosaurio de Monterroso, todavía estaban allí.

martes, 8 de junio de 2010

De primas y primos

Hoy, los sindicatos mayoritarios han convocado una huelga de trabajadores del sector público, en protesta por la reducción de salarios aprobada por el Gobierno y convalidada, por los pelos de Durán i Lleida (el prometedor político catalán tan amigo de los jornaleros andaluces), por el Congreso.
Nunca me ha gustado el pensamiento único. Me da pavor. Y en los últimos días vengo observando una preocupante coincidencia en los ‘opinadores oficiales’ de muchos medios de comunicación: el sacrificio para salvar una situación de extrema gravedad debe comenzar por quienes más tienen, por quienes cuentan con la mayor seguridad, por los más favorecidos (ante la posibilidad de que en un futuro no lejano haya que recurrir con cierta frecuencia al uso del término, no estaría de más que se repasara el origen y el significado actual de la palabra ‘hecatombe’…)
Esto es, siguiendo ese razonamiento, el ajuste duro debe iniciarse por los funcionarios y, cuidado, por los trabajadores de toda condición a sueldo del sector público (incluidos aquellos que no cuentan con plaza ‘en propiedad’ y cuya ‘seguridad’ puede estar más que nunca en entredicho). No se trata de plantear ‘sacrificios’ de las grandes fortunas; de aquellos que se han hecho de oro con los años del pelotazo; de quienes se lo han llevado y se lo llevan calentito; de los que camuflan sus mareantes ingresos mediante los resquicios de la maquinaria fiscal; de los especuladores que siguen aprovechándose, más que nunca, del temor de los más débiles y que amparan que casi la cuarta parte de la riqueza que se genera en esta tierra sea tan negra como los pies de un grillo: pura economía sumergida, sin garantías sociales, sin derechos, sin cotizaciones, sin impuestos…
Ayer escuché por la radio a un muchacho que hablaba de lo mal que lo están pasando sus primos. Los pobres, alguno de ellos entiendo, están en paro; como otros cuatro millones de señores y señoras con DNI. Y el chaval anda preocupado por ellos, lógico.
Mientras, más de medio país anda de cabeza pensando en este chico tan apegado a su familia y en una veintena de sus compañeros que, si son capaces de hacer adecuadamente su trabajo y de cumplir buena parte de los pronósticos, se embolsarán 100 millones de pesetas por barba en apenas un mes, el tiempo justo que dura la Copa del Mundo de Fútbol de Sudáfrica.
Nota para el lector: A estas cantidades que los deportistas de elite ingresan por el rendimiento de su trabajo, añadidas a sus ya de por sí desorbitadas fichas (como si a los repartidores de Correos les endiñaran una pasta gansa además de la nómina por acertar con las cartas en cada buzón correspondiente), se les denomina primas. Lamentablemente, éste es un claro ejemplo de que el lenguaje no entiende de igualdad de géneros: porque los primos somos otra cosa bien distinta.

miércoles, 2 de junio de 2010

Bombas


Tres personas han muerto en Gotinga (ciudad alemana que da nombre a un acogedor bar situado en la gaditana plaza del Mentidero) al explotar una bomba de la Segunda Guerra Mundial. Al más puro estilo de películas como El final de la cuenta atrás o El experimento Filadelfia, algo con origen en otro tiempo se ha hecho presente ahora, en este caso, además, con dramáticas conclusiones. Leo que la bomba en cuestión podría haber sido lanzada desde un avión estadounidense hace ya más de medio siglo, durante el cual ha mantenido latente su carga de muerte y destrucción.
Leo también, tal vez incluso con mayor preocupación, que los trabajadores del Ayuntamiento de Jerez solo han podido cobrar una parte de sus nóminas de mayo, ante la falta de liquidez de un Consistorio que ha venido sobrellevando como ha podido una seria amenaza de colapso económico. Y siento enormemente esa situación que afecta a ex compañeros de trabajo; y ese mismo sentimiento se extiende a otros ex compañeros, los del Gobierno local de Jerez que, estoy convencido, tratan de hacer encaje de bolillos para conseguir el dinero necesario para responder al compromiso de pago a la plantilla, a las concesionarias…
En Gotinga (en Alemania, no en el Mentidero), las primeras informaciones apuntan a que el equipo de artificieros que trabajaba en la desactivación de la bomba durmiente tenía una sólida experiencia, estaba bien preparado y contaba con un adecuado equipamiento técnico. Y puedo dar fe de que el Ayuntamiento de Jerez dispone de magníficos técnicos que desarrollan un trabajo titánico, muy por encima de su teórica obligación laboral, en un intento de cuadrar unas cuentas reñidas con la aritmética y que, como en el monólogo de Segismundo, son imposibles de cuadrar por el solo hecho de formularse.
Supongo que, por mejor que se haya intentado hacer las cosas en Gotinga (o tal vez precisamente por ello), se pondrá en marcha una completa investigación que esclarezca responsabilidades en el trágico incidente y que, si es preciso, modifique los procedimientos al uso en un país que debe convivir con la amenaza silenciosa de las bombas enterradas desde la contienda mundial. Y vería cortés y razonable que la representación diplomática estadounidense enviara una nota de pésame a las autoridades y a los familiares, y que se ofreciera a poner a disposición de ese país sus medios técnicos y humanos en materia de localización y neutralización de estos artefactos. Por lo mismo, a nadie le entraría en la cabeza que las autoridades alemanas comenzasen a difundir soflamas contra Estados Unidos y sus aliados en la Guerra Mundial, llamando a la venganza contra ellos y al boicot a la cocacola y al macdonalds… En lugar de todo ello, se honrará a las víctimas, se tratará de reconfortar a sus deudos, se establecerán mecanismos de desactivación más seguros y, con permiso de la suerte, se sentarán las bases para que ésta haya sido la última tragedia de esta naturaleza. Y si alguien actuó sin la debida diligencia, deberá asumir las consecuencias jurídicas, políticas y sociales. Por supuesto, los medios de comunicación sabrán estar a la altura de las circunstancias y de su esencia en una sociedad democrática.
¿Y en Jerez? ¿Qué pasa en Jerez, donde a nadie le es ajeno que el Ayuntamiento padece una crisis económica que amenaza su estabilidad como lo haría el más mortífero de los arsenales bajo sus enclenques cimientos? Porque ni la persona más alejada del mundo puede pensar que la situación que viven las arcas municipales jerezanas es consecuencia de apenas un mandato del actual gobierno. En todo caso, la ‘foto fija’ debe ser justa y proporcionalmente repartida entre el fruto de esa gestión (con diversos aunque tal vez no drásticos ejemplos de austeridad que siempre debe empezar por uno mismo) y la de aquell@s que le precedieron y que impulsaron a la institución y a su economía a una vertiginosa carrera sin una meta racional.
Con esa misma certeza, puedo asegurar que si hay alguien que merece el máximo de los respetos en todo este episodio es el colectivo de trabajadores/as del Ayuntamiento y de las empresas que prestan los diferentes servicios públicos dependientes de la Corporación local. En suma, son ellos y ellas quienes están padeciendo una situación de incertidumbre que no solo perjudica gravemente su economía sino que menoscaba su propio bienestar personal y familiar.
No me tengo por un experto conocedor de la condición humana, si bien tampoco estoy dispuesto a elevar a categoría mis reiteradas decepciones empíricas. Pero estoy convencido de que en Estados Unidos debe haber al menos un puñado de viejecitos a los que en las últimas horas les habrá dado un vuelco el corazón, al conocer que una bomba como las que ellos arrojaron en el cielo de Gotinga hace más de 50 años ha matado a tres seres humanos. Con casi toda seguridad, jamás podrán descartar por completo que ese artefacto saliera de la panza del bombardero que pilotaron o de cuya tripulación formaron parte y que ahora regresa del pasado para estallar en sus conciencias. Al propio de los horrores de la guerra deberán sumar ahora, al final de sus vidas, el remordimiento por un hecho tan gratuito y tan absurdo que casi con toda seguridad no tendrá que ver con ninguno de ellos.
Mientras, las únicas personas que esta noche tendrán dificultades para conciliar el sueño en Jerez serán aquellas que deban demorar compras, aplazar pagos, engatusar al banco o convencer al casero. Porque me jugaría lo que no tengo a que, mientras tanto, quienes de verdad deben cargar con la responsabilidad de haber llegado a este extremo, quienes dejaron sembradas de bombas las catacumbas de la calle Consistorio, dormirán a pierna suelta.