viernes, 24 de diciembre de 2010

Navidad

Puede que sea ñoña; que lo es. Pero si tiene hijos, nietos o hermanos pequeños y la mínima ocasión de conseguirla, no lo dude. Olvide los complejos, siéntase niño y disfrute de ‘Los Teleñecos en Cuento de Navidad’, una deliciosa adaptación del clásico de Dickens pasada por el alambique de esos peluches irreverentes nacidos del ingenio de Jim Henson. Gonzo, absolutamente metido en el papel, borda el personaje del escritor inglés…

Aquí dejo un fragmento de la peli y, aunque no se vean, mis mejores deseos. Para las gentes de buena voluntad.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Aquí

Sé que es una vieja treta que busca incomodar al interpelado. Como esa de preguntarle el nombre cuando te dirijes a él o a ella, por más que su ADN sea un libro abierto para ti...
“¿Qué haces tú aquí?” Es una pregunta que busca tocar la moral cuando se hace en un entorno que es y que sientes tuyo o que, al menos, es tan tuyo como de quien pincha en hueso con la interrogación. Por más que intente apropiarse del mismo, excluyéndote.
Porque, en el fondo, quien comete la insensatez de preguntar no sabe que su “aquí” es mi “ahí”. Y que quien está aquí soy yo. Y solo yo.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Encuestas

Eran tres colegas al fondo del autobús. De catorce (¿quince?). Hablaban de sus asuntos, de las inminentes vacaciones, de otros compañeros de clase o del colegio, de alguna chica… Estas cosas tienen la capacidad de enternecerme, seguramente por el padre que llevo dentro.
Uno de los compis sacó lo que un amigo calificaría como “el tema temático”. Las notas... Y solo habló uno de los otros dos, mientras el que puso el toro en suerte mantenía asimismo un silencio cuanto menos sospechoso. “Siete”, dijo el que se atrevió a abrir la boca. “¿Siete?”, le preguntaron los dos amiguetes... “Sí, siete. Yo nunca he sacado más de dos (se supone que suspensos)”, decía el muchacho. Para añadir después, con una tranquilidad que ya quisieran algunos superhéroes de la Marvel: “creo que sé lo que me espera hoy en casa”.
Esta estampa, verídica (lo juro por Snoopy), sucedía hoy a eso de las tres y pico de la tarde. Y en ese mismo momento yo, que no me tengo por un experto en la materia, podría haber adelantado los resultados de un eventual sondeo en la casa del muchacho en cuestión, el que no creo que cierre su currículum escolar con un premio extraordinario…
Tomemos un universo de la encuesta de tres personas. Padre, madre e ‘interfecto’ (la unidad familiar, lo que nos arrojaría un índice de fiabilidad del 100%):
El 66,6% de los encuestados califica de ‘nefasta’ la trayectoria escolar del compi; mientras, el 33,3% restante considera que es el sistema, los profesores y varios cientos de razones más lo que explica el resultado académico que, aun siendo ligeramente mejorable no puede valorarse como enteramente negativo.
El 50% de quienes calificaron de ‘nefasta’ la trayectoria escolar se mostraron partidarios de que el compi pase las vacaciones de Navidad metido en su cuarto, sin paga, sin internet, sin playstation, sin móvil, sin mp4, sin nintendo dsi… La opción de sin luz y sin agua no figuraba en el abanico de posibles respuestas. Mientras, el 50% restante mostró una cierta disposición a permitir esas ‘expansiones recreativas’, según la redacción literal del cuestionario de la encuesta.
Paralelamente, el 100% de quienes recibieron la calificación de ‘nefasta’ en sus de por sí nefastas calificaciones evidenció un completo rechazo a las maximalistas y desproporcionadas valoraciones del 50% del resto de los consultados, al tiempo que respaldó unívocamente al restante 50% en la necesidad de permitir ‘expansiones recreativas’, que incluso podrían ser aumentadas a medida que avanzara el período de asueto escolar.
Las restantes preguntas de la encuesta, sus respuestas, la forma en la que la propia redacción va dirigiendo o buscando a los responsables de los problemas, a las víctimas que los padecen y a los salvadores que acudirán al rescate, podrán ser objeto de una nueva entrega de este ejercicio intelectual y ficticio de un sondeo que no fue, pero que pudo ser. Sin embargo, esta construcción intelectual a partir de un hecho real como la vida misma me lleva a concluir algo y prácticamente a imaginarme la foto: que el 100% de los encuestados se sentarán juntos en Nochebuena y en Nochevieja; y que, pasado el sofocón que esta misma tarde deben padecer como cuarentena, se desearán lo mejor de lo mejor.
Tal vez sea solo un momento. Durante el cual alguno de los encuestados estará mirando de reojo a la wii o al tuenti, además. Pero esa será la foto fija que valga de verdad. Al menos, sería con la que yo me quedara.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Desierto


Ocho meses. Casi 250 días. Es lo que me ha costado recorrer el desierto más largo que he debido afrontar en mi vida; un desierto cuyos confines se mueven, caprichosos, de forma que la vista del caminante jamás llega a alcanzar su final. Ocho meses en los que he podido vivir en primera persona algunos de los más decepcionantes comportamientos del ser humano. Para ellos y ellas, mi absoluto desinterés. Y, espero que me perdonen, mi más profunda lástima.
He dejado atrás el sol abrasador, el peso de la impedimenta, lo agreste del camino y las plagas de parásitos. Incluso he conseguido sobreponerme a la escasez de agua y a las emboscadas de los bandidos… Por eso, hoy confieso mi alegría y, justo es, mi agradecimiento a un buen número de buenas personas que me han ayudado a completar este periplo. Algunos y algunas lo han hecho a mi lado, tirando de mí o empujándome, tratando de compensar mis momentos de debilidad; otros lo han hecho acompañándome durante grandes trechos, mientras me ayudaban a llevar mi carga; y muchos más me han jaleado cuando me encontraba o me cruzaba con ellos a lo largo del camino. A todos ellos, muchas gracias.
Lógicamente, debo dar las gracias a quienes, con sus voces y en la distancia, han sabido y han querido guiarme en esta última etapa hasta hacerme llegar a la comodidad de un oasis. Pero, más allá de eso, tengo que brindar un testimonio de gratitud muy especial a Manolo; y a Benito. También a Manuel. A Pepe. Y a Eugenio. Y… Todos ellos, tal vez sin saberlo, me han brindado durante estos meses la posibilidad de refugiarme, siquiera temporalmente, en unas reconfortantes umbrías. Gracias también a quienes, de vez en cuando, han marcado un número que en otros tiempos no paraban de teclear o han enviado un correo electrónico a esa dirección que llevaba muchos meses memorizada en su ordenador. Y a quienes, me consta, han tenido a este peculiar beduino en sus pensamientos y en sus conversaciones. Ellos y ellas saben a quiénes me refiero, porque han cruzado el desierto conmigo.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Rayado



Estoy rayado. Como el queso; con la única diferencia de que él, además de fundido, está rallado. No sé a qué responde lo suyo. Lo mío es por los controladores aéreos, unos tipos que llevan años jugando con cartas marcadas y exhibiendo groseramente los ases en su manga, sabiendo que van a desplumarte mientras tu cara de tonto se refleja en sus dientes de oro.
Mi mosqueo no responde a que lleve horas en un aeropuerto, aguardando a poder tomar un avión para pegarme el puente padre en Londres o en Canarias. Qué más quisiera yo… Mi cabreo viene de reconocerme en los miles de semejantes que se han pasado horas esperando poder tomar un avión en los distintos aeropuertos españoles, o tratando de aterrizar en territorio patrio.
Mis hijos (tienen 13 -casi 14- y 12 años) jamás se han visto obligados a viajar solos por ahí, con el ‘cartelón’ que les ponían antes al cuello, de aeropuerto en aeropuerto. Ayer y hoy, claro, tampoco lo han hecho. Y me alegro, porque no quiero ni pensar en el lío que habría montado sabiendo que están por ahí gracias al capricho de alguien…
No acostumbro a leer el Código Penal, pero a bote pronto no encuentro demasiada diferencia entre sepultar en un zulo a un tío durante un año y retener a miles de personas en un aeropuerto, hurtándoles uno o dos días de su vida por una reclamación laboral. Uno o dos días en los que, además, puede haber en juego cuestiones que no se prestan a segundas oportunidades.
Desconozco si los controladores desarrollan su trabajo en los propios aeropuertos, como en aquellas películas de catástrofes aéreas de los 70 y sus secuelas en clave de comedia. Si fuera así, ofrezco gratis total la solución a estas cíclicas extorsiones con forma de protestas laborales: ubicar el aparcamiento de estos sufridos trabajadores justo al lado de las terminales, convenientemente señalizados. Así, el pueblo soberano sabría dónde encaminarse para mostrarles el caluroso agradecimiento que merecen por su impagable labor.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Ajeno?


Confío en que no se trate de la cercanía de la Navidad, pero esta campaña de Médicos sin Fronteras me ha conmovido. De esa forma en la que te conmueves cuando tomas conciencia de que tus insignificantes dioses griegos te aprietan pero no te ahogan; mientras hay miles o millones de semejantes que han perdido hasta la esperanza. Castigados por la enfermedad, por la desgracia, por la miseria. Por la injusticia, en suma. Ella sí ahoga, ayudada por los peores cómplices: el silencio y el desinterés.
'Pastillas contra el dolor ajeno' persigue retumbar en nuestras conciencias. Y ésta es mi modestísima aportación; como un susurro.