martes, 24 de enero de 2012

Culos


Una muchacha neozelandesa ha sacado el culo a subasta por internet. Ella dice que estaba muy agobiada, que había perdido el empleo hacía unos meses y que no se le ocurrió otra salida que convertir su trasero en un negocio y permitir que, tras el oportuno paso por caja, fuera iluminado.
Aquí, en España, estamos en las antípodas de Nueva Zelanda. En las geográficas; y también, por lo que se ve, en lo que afecta al espíritu emprendedor de nuestro excedente de mano de obra. Cinco millones de parados y ni una sola vocación de emborronarse las posaderas… Y no será porque no parece rentable: la atribulada neozelandesa ingresará algo más de 9.600 euros por convertir su culo en un grafiti.
Parafraseando a Clint Eastwood travestido de Harry Callahan, los culos son como las opiniones: todo el mundo tiene el suyo. Por tanto, lo que haga con sus asientos debe ser asunto de cada cual. ¿Y si todos quienes han perdido el trabajo siguieran el ejemplo de esta muchacha? Pues se crearía empleo, claro. Al menos en el noble gremio de los tatuadores del Reino de España, que no darían abasto ante un mercado potencial de diez millones de nalgas. Esa es, al menos, mi opinión.

lunes, 2 de enero de 2012

Indigente


Dice la cadena SER que el Ayuntamiento de Barcelona ha multado cien veces a un indigente por dormir en la calle. Según la web de la emisora, la última sanción (notificada al comedor social que este hombre suele frecuentar) asciende a 473 euros.
Como soy de letras, he tenido que leer un par de veces la noticia. En la primera me había parecido un disparate administrativo, una barbaridad social, una indignidad política y una abominación moral.
Pero ya en la segunda lectura me he arrepentido de lo aventurado de mi juicio inicial, y he caído en la magnífica ocurrencia: un centenar de multas por indigente, a casi 500 pavos cada una… ¿Para qué molestar a quienes más tienen, a quienes se están forrando a costa de la crisis y acumulan riquezas con el infortunio de otros? Con un par de millones de sin techo basta para arreglar el problema de las arcas públicas de este país.
Y, al paso que vamos, yo calculo que de aquí al verano lo tenemos ya hecho.