martes, 25 de septiembre de 2012

Septiembre


Septiembre es el mes de la vuelta al cole. Pero un montón de profesores no ha llegado a pisar las aulas, por obra y gracia de quien aplica caprichosamente la calculadora utilizando solo el signo menos para los derechos y las políticas sociales. No pocos alumnos habrán visto complicado también su regreso a las aulas por el descenso de las becas y el aumento de las tasas universitarias, por obra y gracia de un igualmente discriminador uso del botón de la suma. Por obra del más o por gracia del menos, el lado estrecho del embudo siempre les toca a los mismos.

Septiembre es tiempo de cambio. Por ejemplo, de estación. Parece que el otoño comenzará lluvioso, dicen que por los coletazos de una tormenta tropical. Pudiendo llegarnos del otro lado del charco mojitos o merengue, es mala suerte que nos toque una tormenta tropical, algo así como un quiero y no puedo en el ranking de los cataclismos. Justo ahora que algunas personas y ademanes están pidiendo a gritos un auténtico huracán… Los vientos de cambio no acaban de llegar.

Septiembre es septiembre. Treinta días en los que muchas cosas quieren comenzar. Junto con enero, el mes de los buenos propósitos: el de matricularse por enésima vez en ese gimnasio que no se volverá a pisar; el de comprar ese sustitutivo de la nicotina que nos ha caducado del año pasado; el de repasar los apuntes de inglés y volver a pensar en preparar el First o el Advanced… Septiembre tiene algo de huída dejando pistas, de voladura controlada, de cambiar algo para que todo continúe igual.

Septiembre es complejidad. Guarda tantos matices que, bajo su apariencia de mes de inicio de todo, esconde su auténtica esencia: se trata de la antesala de un año que arrancará mucho después, precisamente el próximo septiembre. Entonces todo o casi todo empezará de nuevo y ya no hablaremos de este septiembre, en el que un Gobierno empeñado en ser oposición de sus conciudadanos vive permanentemente situado enfrente de su propio país; un septiembre en el que se ha blindado el Congreso, cerrando a cal y canto sus puertas, cuando un pueblo tan soberano como hastiado ha querido llevar ante ellas su grito de indignación; el mismo septiembre en el que la falta de diálogo y me temo que de sentido de la política ha hecho que se abra la caja de los truenos del debate entre españoles de primera y de segunda.

martes, 18 de septiembre de 2012

De blogs y de webs


Ha sido como volver a la infancia, a aquella clase de párvulos en la que una educadora (?) me cogía del pelo del cogote y me llevaba así, a rastras y con las puntas de mis pies apenas rozando el suelo, hasta el lugar donde su capricho decía que debía colocarme. Por un momento he sentido que algo me rozaba el cabello detrás de la oreja y me he puesto de pie de un salto, tratando al tiempo de apartar con enormes aspavientos esa mano amenazadora que parecía regresar del pasado.

Acababa de escuchar en la radio que el Rey ha escrito una carta, que al monarca le ha dado por sentarse ante un ordenador y liarse a pegar teclazos para después ‘colgar’ lo escrito en su página web. No ha pasado ni un segundo y ya he notado a mi espalda una presencia inquietante. Esa presencia, que en realidad resultó ser ausencia, me ha levantado inmediatamente de la butaca para llevarme frente a mi portátil. Allí, dejado caer en la silla, casi atrincherado, me he quedado paralizado un rato mientras el aparato se decidía a arrancar, a la espera de recibir uno de aquellos tirones.

Debe de ser el subconsciente. O la consciencia de que este blog lleva abandonado meses y que, por más que me lo he planteado veces, no he sido capaz de volver a mirarle a la cara. Pero hoy no. Hoy no he osado resistirme y aquí me encuentro, aún con la cabellera intacta y tratando de responderme a una pregunta. ¿Cómo es posible que el Rey, con el liazo de los asuntos de Estado, las cuestiones diplomáticas, los líos del yerno y la niña, el serio riesgo de encontrarse de nuevo con Chávez en la próxima Cumbre Iberoamericana de Cádiz…, con todo eso y con más, sea capaz de sentarse a escribir una entrada en su web y yo tenga mi blog absolutamente abandonado?

Seguramente, el Rey no sepa que esto de escribir en blogs y páginas web engancha, pero más que nada al principio. Ahora mismo no lo sabe, claro, pero después de la emoción del primer momento, le pasará como a mí y le vencerá la pereza. Porque no se trata de una manera fácil. Antes que nada, hay que saber imponerse a la comodidad. Y aun después, tener un buen día. De lo contrario se corre el peligro de dar vueltas y más vueltas a las palabras sin contar nada, como estoy haciendo yo hoy. O de ir tan directamente al grano que se líe parda, mérito que de manera casi unánime se reconoce hoy al primero de los españoles.