martes, 19 de agosto de 2014

Va de alcaldes

El poder municipal, dicen, es el más cercano a la ciudadanía. El que comparte con los vecinos y vecinas sus angustias, sus necesidades y sus temores. El que se nutre de sus alegrías y padece con sus frustraciones. El más inmediato; y, por tanto, el más sujeto a la manipulación.

El próximo mes de mayo, si no lo impide un nuevo 18 de julio o el anunciado pucherazo institucional a través de la reforma de la elección de alcaldes, los españoles y las españolas tendremos la oportunidad de elegir a quien debe encargarse de gestionar lo público en nuestro entorno más inmediato.

En este momento procesal, ofrezco dos oportunidades para la reflexión, brindadas por dos alcaldes que claman a gritos ser desalojados de sus responsabilidades municipales. Piensen y recuerden. Y voten en consecuencia. La pena es que haya que esperar hasta mayo.

Uno, el alcalde de Bilbao, Ibon Areso (PNV), que en apenas unos meses ha conseguido que el añorado Iñaki Azkuna pueda ser considerado a perpetuidad como ‘mejor alcalde del mundo’. Él, desde luego, no va a hacerle sombra. Al regidor del Botxo no le entra en la cabeza que una persona pueda elegir la playa para liarse a machetazos hasta la muerte con una mujer y su padre. No es ya que no alcance a comprender cómo puede cometerse semejante atrocidad, independientemente del complemento circunstancial que acompañe a esa infamia. No. La máxima autoridad municipal de una de las mayores ciudades de España, primera de Euskadi, confiesa que “no se llega a entender cómo se va a la playa a hacer una cosa de estas". Hostia pues.
http://www.20minutos.es/noticia/2217337/0/alcalde-bilbao-sorprendido-por-escenario-elegido-por-autor-doble-asesinato-laredo/

Y dos, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP); el mismo que, reinterpretando la doctrina Cañete, aprovechaba sus intervenciones públicas para aleccionar a los malagueños sobre cómo asearse cual felinos en apenas unos segundos y esquivar así el aumento del precio del agua que él mismo había decidido… Todo por el pueblo, pero un pueblo con palanganas, sin agua corriente que haga correr el contador. Ahora, después de que una joven fuera violada por cinco jóvenes durante una madrugada en la Feria malagueña, todo su esfuerzo se centra en restar importancia al suceso, en relativizar el episodio… Dice que en España se cometen unas mil violaciones al año. Debe de ser algo así como el cuponazo, que te toca y te aguantas.
Por cierto, otro día debería hablar de determinados enfoques de informaciones periodísticas manifiestamente mejorables. Los calificativos están de más en determinados casos (en todos, diría yo), en los que no añaden gravedad a un hecho ya de por sí despreciable. Una violación, como un asesinato o cualquier acto de violencia o de abuso de poder, es “brutal” en sí misma. No vaya a ser que un día deje de serlo, simplemente porque no quepa en un titular.

miércoles, 25 de junio de 2014

Ana María

Mi madre conoció a Aida a destiempo. En realidad, la conoció unas horas más tarde. Aida estaba de vacaciones. Y mi madre se asomaba entonces a la vida de su hijo divorciado, el padre divorciado de sus nietos, los hijos de un padre divorciado. Mil kilómetros y dos mil prejuicios no mejoran la perspectiva. Todo lo más, ofrecen tres mil razones para la duda.
  
“Mamá, quiero que conozcas a alguien…”. Tono nokia… Tono nokia… “¿Sí? Ah, hola. ¿Ya vienes? Estoy aquí con mi madre”. Silencio…

Antes de que yo pudiera articular palabra tras cortarse la comunicación, la viuda de Aramburu se precipitó mandíbula abajo en una catarata. El torbellino arrastraba a mis pequeños hijos, que apenas lograban sacar la cabeza de las aguas embravecidas para sumergirse después de tanto en cuanto; a mí mismo, que trataba sin éxito de asirme a los restos del naufragio de un libro de familia con más de treinta años de antigüedad; y a una pobre chica de Cádiz que, ajena a aquel cataclismo, había tenido que modificar sus días de descanso para hacer a última hora una entrevista por teléfono.

“¿Ana María Matute? ¿Que Aida va a venir más tarde porque tiene que entrevistar a Ana María Matute?”, me preguntó su futura suegra, blandiendo ya el cayado de Moisés. Mis hijos, Aida y yo mismo estábamos repentinamente salvados. Y así seguimos. Gracias, Ana María. Y hasta siempre.