Uno fue profesor en la universidad y padrino de mi
graduación como licenciado en Ciencias de la Información. Otro, un maestro de esta
bendita profesión de periodista.
Del primero jamás olvidaré sus lecciones magistrales sobre
los sistemas de gobierno en un mundo que se precipitaba, sin saberlo, desde la
rigidez del telón de acero hasta el vértigo de la globalización. También
atesoro el final de su discurso en la ceremonia de egresados, cuando invitó a mi
promoción entera a aplaudir a nuestros emocionados
padres hasta que la atronadora ovación echara abajo el techo del Aula Magna de
la Universidad de Navarra…
Del segundo me guardo su honestidad personal y profesional.
Su ingenio y su decencia. Su capacidad, tan extraña, de poner al mal tiempo
buena cara; incluso de poner buena cara a las malas caras. Me guardo su
silencio prudente y su palabra acertada. Su papel como líder ético y moral en
una profesión tan acostumbrada a pontificar como huérfana de ese tipo de
referencias...
Hoy se han ido Francisco Gómez Antón y Emilio López Mompell.
Hoy he perdido a un profesor y a un maestro.
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