miércoles, 29 de septiembre de 2010

Huelga


La cosa está para pocas bromas. Espero que esta entrada no se tome como tal. Y es que hoy, después de todo un proceso de profunda reflexión conmigo mismo, he decidido hacer huelga. Sí, huelga de mi condición de desempleado; lo que es un completo engorro, porque me ha obligado a mantener una agenda apretadísima, tratando de llamar la atención sobre mi ‘peculiar problemática’.

¿Y cómo se consigue eso? Lo de llamar la atención, no tengo ni idea, porque no creo que sea cuestión de comprar un megáfono en un bazar y liarla parda por la calle… Así que me he propuesto hacer un montón de cosas, y las estoy haciendo; un montón de cosas por las que hasta hace apenas unos meses cobraba un salario y que me permitían asegurar mi bienestar y el de los míos, al tiempo que contribuía a la riqueza de este país. Pero hoy las estoy haciendo gratis, como si fuera una especie de ‘voluntariado reivindicativo’. Y parece que algún efecto estoy causando, porque al menos un par de personas se han quedado con los ojos como platos al verme en pleno ejercicio de mi particular protesta. Una suerte de estajanovismo de balde.

Si cientos de miles e incluso millones de personas que tienen la posibilidad de trabajar han decidido, libre y conscientemente, no hacerlo hoy, a mí se me ha ocurrido lo contrario. Es cierto que yo puedo tenerlo más fácil, porque nadie me descontará ni un céntimo de mi prestación por desempleo. Toda una ventaja, faltaría más. Como contrapartida, en apenas unas horas me daré de bruces con esa realidad que Serrat decía que no era triste, sino que simplemente no tenía remedio. Será entonces cuando, con la resaca a cuestas, vuelva el pobre a su pobreza, vuelva el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas; cuando se despierte el bien y el mal, la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal y el avaro a las divisas. Será, simplemente, otro jueves al sol.

(La foto me ha hecho gracia. La he tomado esta mañana en la calle Honda; en Jerez, claro. Aunque aquí, menos bromas todavía)

domingo, 12 de septiembre de 2010

Inflación

Acabo de regresar de Alcalá; de la romería de la Virgen de los Santos. Mi amigo Alfonso ha obrado el milagro de que descubriera por fin esa fiesta tradicional… y lo ha hecho de tal forma que, si por mí fuera, me apuntaría por los siglos de los siglos. Pero de eso habrá que hablar dentro de un año.
La cuestión es que, llegada la hora de regresar a casa, he tenido ocasión de darme de bruces con la realidad económica que es ajena a las estadísticas oficiales pero que, por desgracia, forma parte de la experiencia vital cotidiana de miles y millones de españoles. Sé que no deja de ser una anécdota. Y así la reflejo, pero mucho me temo que estamos rodeados de anécdotas que, como las causas de Silvio Rodríguez, nos van cercando “cotidianas e invisibles”.
En primer lugar, de las tres tiendas ‘de conveniencia’ que se sitúan en los alrededores de mi domicilio (aquellas en las que se puede encontrar aceite de oliva, ‘salvaslips’, donuts, cromos de la Liga BBVA y pictolines a casi cualquier hora), esta tarde-noche sólo estaba abierta una… ¿Un cerrojazo industrial silencioso como consecuencia de la crisis? Las organizaciones de autónomos (al menos, las que hablan y salen en los papeles) dicen que en esta ciudad están cayendo chuzos de punta… Así que al sufrido consumidor le toca pasearse por la barriada. Por suerte, el calor y la levantera provocan que no haya demasiadas aglomeraciones por las calles, al contrario que ha sucedido en Madrid con la ‘noche en blanco’.
En segundo término, una vez que el libre mercado se ha convertido en monopolio, llega mi siguiente sorpresa (lógica, una vez asimilada la ausencia de competencia): la bolsa de 40 gramos de pipas que hace apenas dos semanas ‘cotizaba’ a 20 céntimos ha visto ‘dispararse’ su valor hasta las 25 unidades básicas. Coño con el Banco Central Europeo y su lucha contra el desbocamiento de los precios: nada menos que una inflación del 25% en sólo unos días…
Mi amigo Alfonso se ha puesto pesado y no me ha dejado llevar nada a la cita en Alcalá. Después del homenaje que me ha ofrecido en sus dominios, voy a tratar de hacer acopio de pipas por si en 2011 también se acuerda de mí y puedo corresponder a su generosidad. En el fondo, espero que me convide nuevamente. Para poder impresionarle con mis pipas, es cierto. Pero si por lo que fuera no vuelve a invitarme, siempre podré venderlas en el mercado negro. Mis brokers ya están en ello.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Impacto


Tras la entrada de ayer relativa al atentado terrorista en las Torres Gemelas de Nueva York de 2001, traigo al blog otro documento gráfico sacado de las ‘tripas’ del ordenador sobre el mismo tema. Cuando lo encontré en la red hace ya buen tiempo se ‘presentaba’ como una página del semanario francés Le Point publicada más de dos décadas antes del célebre 11-S. La publicidad que aparece en ella es de las líneas aéreas de Pakistán. Sin duda, el efecto es hoy mucho más impactante y sobrecogedor que cuando vio la luz, allá por 1979…

viernes, 10 de septiembre de 2010

Cien


Cien. Un número redondo. Es más, un número con dos cifras redondas: el que ha alcanzado el ‘contador’ de entradas de este blog desde que echó andar como regalo de Reyes hace ya más de un año y medio. Justo ese día en que se hizo realidad otro regalo igualmente pedido a los tres Magos: dejar de fumar.
Y en eso sigo, tantos días después, con un ritmo no demasiado angustioso de publicación en esta bitácora (desde luego, lejos de la estajanovista capacidad de algunos admirados autores cibernéticos) y, lo que me enorgullece más, con una absoluta abstinencia en el consumo de tabaco.
Un centenar de entradas después de aquel tímido arranque, he encontrado en el ordenador una imagen archivada hace ya tiempo y que viene al pelo tal día como hoy: es la portada de The New York Times del 12 de septiembre de 2001, el día siguiente al ataque terrorista a las Torres Gemelas. Mañana se cumplen nueve años de esa tragedia; nueve años en los que me temo que no hemos aprendido demasiadas cosas. Los noticieros están llenos de ejemplos de intolerancia, de desprecio, de odio al diferente… Entre individuos, entre países o, lo que me parece aún peor y enormemente más peligroso, entre estados soberanos y colectivos étnicos, grupos sociales o sensibilidades religiosas. Una y otra vez, gracias a mesías y profetas, en la misma piedra.

martes, 7 de septiembre de 2010

Campeón

No es la primera vez que lo digo: vivimos en un mundo de apariencias, de individuos disfrazados de personas importantes, de gentes inseguras que engolan la voz para parecer algo, de semejantes travestidos para mostrar una imagen que no es la suya, de mediocres que piensan que sacar pecho y meter barriga hace aparentar un cuerpo envidiable, de presuntos intelectuales que lo más que han leído son los mensajes de las galletas chinas de la suerte… Desgraciadamente, hay necios y necias que se dejan engañar por esos disfraces, esas voces, esas falsas imágenes, esos cuerpos ficticios, esas mentes tan yermas como aparentemente preclaras; necias y necios que se dejan engañar y que incluso valoran esas supuestas virtudes. ¿La razón? Seguramente, porque su propia mediocridad provoca que confundan lo que es con lo que parece, el rábano con las hojas, el culo con las témporas...
Esta mañana he leído en El País una magnífica entrevista a Andrés Iniesta, un tipo que destila normalidad, una persona corriente que, con toneladas de esfuerzo, ha sido capaz de aprovechar un don y hacer realidad su sueño. Todo lo que vale cuesta, y éste es un ejemplo de cómo se logra el éxito. No estoy hablando de ganar la Champions ni de la Copa del Mundo: ésas son anécdotas en la carrera de un deportista, porque son miles los factores que influyen para que la pelotita entre en la portería o dé un inoportuno botecito medio metro antes y sea escupida por un palo. El éxito es otra cosa, es ser ante todo persona sabiendo unir talento y talante, incorporando grandes dosis de sacrificio (el episodio de su viaje de Albacete a Barcelona siendo un niño me ha puesto un nudo en la garganta). El éxito de verdad, el verdadero premio, no es otro que reconocerse día tras día cuando uno se mira en el espejo. Si esto no sucede, nada de lo anterior habrá merecido la pena. Y todo será hueco. Ser campeón es otra cosa.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Septiembre

El año debería comenzar el 1 de septiembre, después del parón que el mes de agosto impone para la actividad general (con incomprensibles parálisis incluso de servicios esenciales). Con septiembre viene la vuelta al cole, el inicio del curso político y el reencuentro con la normalidad, con lo cotidiano.
Agosto y el verano en general traen consigo una suerte de espejismo en el que casi todo se relativiza, en el que las cosas tienden a funcionar a medio gas y como con menos presión. Tal vez sea sólo por causa del calor, pero siento que se genera algo así como un estado mental colectivo que nos predispone a ver las cosas de distinta manera, de una forma más relajada, más amable…
Pero llega septiembre. Y la verdadera cuesta, a mi entender mucho más empinada que la de enero ya que a las dificultades económicas de aquella se suman ahora las psicológicas de la inmersión en la realidad durante casi un año entero, a la espera de recuperar las terracitas y las noches al fresco, cuando todo se ve con otros ojos.
En mis tiempos de estudiante jamás tuve que presentarme a un examen en septiembre. No es algo de lo que esté especialmente orgulloso, pero no podía soportar la sola idea de tener que pasarme el verano hincando los codos. Especialmente porque no me suponía ningún sacrificio sacar adelante las materias en su tiempo natural, a cambio de lo cual obtenía luego hasta casi tres meses para mi absoluto uso y disfrute.
Creo que no debe de ser nada bueno asomarse a septiembre con ansiedad por finalizar aquello que se dejó pendiente, antes de centrarse en las nuevas obligaciones que impone el curso que empieza. Aunque mucho peor será hacerlo sin ni siquiera haberse rozado con los libros durante el verano ni haberlos abierto en los meses precedentes en los que no se acudió a clase y se vivió peleado con buena parte de los profesores que serán los encargados de decidir tu futuro y con los compañeros que pueden o no dejarte fotocopiar sus apuntes.
Me da pavor pensar en un septiembre así, con las urgencias naciendo y multiplicándose al sentir que todo está sin hacer; cuando lo verdaderamente importante no es eso, sino centrarse en llegar en las mejores condiciones al final de un curso que ya se nos está escapando entre los dedos de las manos. De lo contrario, volverán las angustias en el próximo septiembre.