sábado, 28 de febrero de 2009

Buenas noches, y buena suerte

Es curioso esto de los blogs. Te sientas ante tu ordenador, en la más absoluta de las intimidades, te 'desnudas' a ti mismo frente a la pantalla, dudas sobre lo que es o no es conveniente publicar, te lo piensas varias veces, lo valoras, lo revaloras y lo requetevaloras, intentas anticipar si lo que escribes puede molestar a tu familia, a tus amigos o a tus jefes, si te pasas de cercano o si te elevas hasta el punto de que te mantienes en tu pequeño mundo ajeno al resto de los mortales. Y la cosa es que la gente lee, de la misma forma que yo también leo las historias que seres humanos como yo escriben a ambos lados del Atlántico, en pequeños momentos de intimidad en los que supongo que les asaltan las dudas acerca de si sus seres queridos se sentirán aludidos por sus pequeñas historias y de si sus superiores les 'tirarán de la oreja' al día siguiente, cuando retornen a la disciplina laboral tras sus 'licencias literarias cibernéticas'.
Si todo marcha como debiera, en apenas seis meses cumpliré 40 años. A lo largo de ese tiempo, y una vez completada mi formación universitaria, he acumulado cerca de 15 dedicado al periodismo, y más concretamente a escribir casi todos los días, para atender a la cita que, también diariamente, la empresa de la que dependía tenía previamente establecida con sus lectores. Y, a pesar de que uno ha tenido la enorme suerte de trabajar en cabeceras líderes en sus respectivos mercados, todos los días me cabía la misma duda. ¿Habrá leído alguien lo que he escrito? Porque, más allá de contados e interesados escritos de felicitación o de cartas de protesta por lo publicado (las menos, la verdad, aunque suene pretencioso), el gran enemigo de quien escribe es la aparente falta de respuesta de sus potenciales receptores.
Gracias a internet, al maravilloso invento de los blogs y de facebook, he 'encontrado' a un antiguo amigo de la infancia. Pensé que lo había perdido por mi culpa, por haberme alejado apenas mil kilómetros de la tierra en la que pasamos tal vez los mejores años de nuestra vida. Pero el tío vive en Estados Unidos. Tiene allí dos críos, hijos de su padre y nietos de un panorama eternamente brumoso y de una historia ligada al Athletic de Bilbao. Aún recuerdo una tarde magnífica en San Mamés en la que empatamos a dos contra el Barcelona de Lineker, después de que un disparo de Santi Urkiaga 'se saliese' tras enlazar las bases de los dos palos, merced a un capricho del tiralíneas de quien marca la suerte del fútbol.
Sus padres (creo que ambos de Baracaldo, me consta que nacionalistas de vocación y constato que encantadores) viven en Vitoria. A su hermano mayor le debo el gusto por cierto tipo de música (Springsteen, Dire Straits... y Hertzainak). Y el muchacho es, hoy, policía autonómico, de esos que se juegan la vida para que los ciudadanos de ese pedazo de España puedan seguir sintiéndose en condiciones de igualdad al resto de las naciones civilizadas y democráticas. No quiero hablar de mí ni de mi circunstancia. Pero creo sinceramente que la situación que acabo de relatar es la principal manifestación de que, poco a poco, está surgiendo una nueva Euskadi. Un proyecto desconocido y, hace apenas unos años, impensable de país. Lo que aventura, a corto o medio plazo, un país desconocido e impensable.
Mañana (y casi hoy) se vota en Euskadi. También en Galicia. Pero la cita con la historia, de verdad, sólo se dirime en mi tierra. Con la historia y con el futuro. Buenas noches, y buena suerte. Gabon, ta zori ona.

lunes, 23 de febrero de 2009

Enhorabuena, Tau. Felicidades, Vitoria.

Creo recordar que fue en plenas vacaciones de Navidad, hace muchos años. Tantos que, o ando muy despistado, o el recuerdo me lleva a caballo entre 1982 y 1983. En ese momento tuve mi primera experiencia 'en vivo' con el baloncesto de alta competición. Y me estrené por todo lo alto, acompañado por mis primos Luis e Íñigo, en el viejo y vitoriano pabellón de Mendizorroza: nada menos que en un partido entre el Caja de Álava (como se llamaba entonces el Basconia antes de que cambiase la 'c' por la más atávica 'k') y el Real Madrid, el equipo con el que toda una generación despertó al baloncesto a través de sus duelos ‘en blanco y negro’ con el Maccabi de Tel Aviv, el Bosna de Sarajevo, la Jugoplástica de Split o el TSK de Moscú.
Me gustó aquello, la verdad. Yo que venía de la cultura del fútbol (en la que me mantengo), disfruté como un enano ante tamaño espectáculo mezcla de velocidad y precisión. A pesar de que el Basconia había ganado un par de años antes al Madrid por primera vez en la historia (creo recordarlo así), el resultado final no pudo ser más descorazonador: 84 a 126. Los chicos de blanco nos ganaron por una diferencia equivalente al 50% de todos los puntos que los pundonorosos jugadores locales fueron capaces de conseguir. Pero vi algo en aquel ambiente, en aquel pabellón en el que niños, hombres y mujeres (me llamó extraordinariamente la atención la cantidad de mujeres que había aquel día en las gradas) se unían en torno a un objetivo común, en torno a algo más atávico incluso que la 'k' que después se incorporaría al nombre del Baskonia. A pesar de la debacle en el luminoso (siempre quise poder escribir esta palabra), aquello pintaba bien.
Ha pasado más de un cuarto de siglo. Tanto que el equipo creció, abandonó el incómodo polideportivo de Mendizorroza y ‘se mudó’ al más amplio y funcional Araba Arena. Por desgracia, ha habido incluso tiempo para que esa infraestructura deportiva debiera cambiar su nombre por el de Fernando Buesa Arena, en honor del dirigente socialista vasco asesinado por ETA junto a su escolta, Jorge Díez, hace justo ahora nueve años.
Y hoy el Tau (el Basconia o el Baskonia de siempre, pero bajo la denominación del actual patrocinador) es un gigante del baloncesto: y no sólo del baloncesto español, sino del europeo. Ayer mismo se alzó con su sexta Copa del Rey (campeonato en el que, desde 1993, ha sido tres veces finalista). Sus vitrinas atesoran actualmente dos títulos de la ACB (torneo en el que ha sido finalista en otras tres ocasiones, y semifinalista en cinco más); cuatro Supercopas de España (de forma consecutiva, desde 2005 hasta 2008); y una Copa Saporta (1996). Además, ha jugado (y perdido) dos finales de la Euroleague, competición en la que ha disputado además tres ‘finales a cuatro’. Todo en apenas un puñado de años.
Y creo que esto no ha hecho más que empezar. ¿Por qué? Porque ese club deportivo se ha convertido en algo más que eso, y hoy es un elemento capaz de catalizar a toda una ciudad, de dar cohesión y de proyectar unidas las esperanzas, las ilusiones y las energías de una colectividad que, como tantas otras en los lugares más distantes, anhela encontrar una razón para confiar. Un motivo para sentirse parte de un proyecto colectivo, un proyecto que se construye desde la aportación de todos, un proyecto en el que el último aficionado que viaja a un lejano desplazamiento del equipo es tan importante como aquel jugador que anota la canasta definitiva en el más trascendental de los partidos. Si a eso se le une una magnífica gestión interna del club, tanto en el plano deportivo como en el empresarial (desde lo que tiene que ver con las cuentas al reforzamiento de la vinculación con el entorno, reforzando cada día la identificación mutua entre la entidad y la realidad social en la que se halla inmersa) las posibilidades de éxito aumentan exponencialmente.
Porque éste y no otro es el secreto del éxito de toda empresa, concebida no con el significado mercantilista del término, sino desde el punto de vista romántico, el ‘de verdad’: un proyecto que, en manos de un líder (en forma de persona individual o de una colectividad) honesto, comprometido y, en definitiva, ejemplar, sea capaz de entusiasmar a la sociedad de la que nace hasta el punto de que lo sienta como propio, le ofrezca su plena adhesión y se articule en torno a él. Con esta palanca, sólo se necesita un punto de apoyo para mover el mundo. Enhorabuena, Tau. Felicidades, Vitoria.

viernes, 20 de febrero de 2009

El ministro, el juez, el oso y el rey

Son buenos. Muy buenos, debo admitirlo. Manejan como nadie las situaciones en las que están con el agua al cuello. La muchachada neocon se lo monta de escándalo: las sospechas de cositas feas se extienden a lo largo y ancho del país, salpicando a los principales dirigentes gaviotescos (excepto al más valiente, más airoso y más apuesto de todos ellos); y consiguen que la cacería en la que participaron el ministro Bermejo y el juez Garzón alcance la categoría de pseudoescándalo mediático. Y que el episodio de los tiritos o las supuestas filtraciones de la investigación compitan con los titulares que hablan de presuntos tratos de favor, de pagos de facturas con muchos ceros y escaso procedimiento tras de sí, de negocietes, de amistades peligrosas…
Un dirigente socialista venía a admitir hace unos días, hablando sobre la crisis económica, la histórica incapacidad de los ‘colorados’ para utilizar la propaganda. O, lo que es lo mismo, para la confusión de la opinión pública; para el lío, en definitiva. “Nosotros no sabemos hacer propaganda. Sabemos hacer política. Y eso, aunque nos haya ocasionado algunos problemas en el pasado, ha sido y es una garantía para este país y para su futuro”, concluía más o menos el referido compañero.
Confieso que llevo días dándole vueltas a la cabeza. Primero, sobre si escribir sobre este asunto; segundo, acerca del enfoque de esa aproximación al tema que nos ocupa; y, tercero, y no por ello menos importante, sobre el tono con el que abordar una tarea tan peliaguda. Ahora, cuando creo que lo que de verdad quería decir ya lo he planteado en los párrafos anteriores, me siento liberado para hacerlo sin demasiados miramientos.
A día de hoy, el episodio de la cacería ha dejado ‘tocado’ políticamente al ministro Bermejo. Mientras, el juez Garzón permanece ingresado en un hospital, al parecer como consecuencia de una subida de tensión (eso dicen los periódicos en internet) que intuyo no tiene por qué responder a este episodio cinegético... Pero los que de verdad están que da pena verlos son los ciervos que se quitaron del tabaco con ocasión de tan renombrada montería. Ésos sí que están mal; mal malísimamente mal. Y de ellos se acuerda poca gente, comparada con la cantidad de inquietudes y de inquietud que despiertan los nombres y las supuestas conexiones que aparecen en los papeles de don Baltasar.
Cuenta la historia (la leyenda convertida en historia) que el rey Favila murió tras ser atacado por un oso que el día de autos había decidido salir a cazar reyes. Favila había hecho un plan similar, sólo que respecto a la caza de osos. Pero, como quiera que había menos reyes que osos, el pobre vástago de Don Pelayo tenía la estadística en contra. Con lo que pasó a la historia como el sujeto paciente del primer magnicidio cometido por un plantígrado. Y, hasta donde yo conozco, del único…
No quito ni pongo rey (ni ministro, ni juez, ni oso); sólo cuento una leyenda que, como todas, puede encerrar una parte de verosimilitud. Mil y pico años después, cabe preguntarse quién o quiénes acabarán desempeñando el papel de Favila. Aunque yo no buscaría en las fotos de la cacería de Torres.

(Aquí dejo un enlace a una información impagable sobre Favila y el oso, publicada hace tiempo en La Voz de Asturias).
Llueves rinde culto al oso que mató al rey Favila ( La Voz de Asturias - 20/05/2007 )

sábado, 14 de febrero de 2009

Tres preguntas desde mi orgullo

Herido en mi orgullo. Así me siento después de hablar hace pocos días con uno de los reporteros más dicharacheros del término municipal. El tío, además, es un consumado artista del universo de los blogs. Un poco 'guadianesco', es cierto, pero eso no le resta un ápice de brillantez. No daré más pistas, porque no tengo ganas de complicarle la vida... La cosa es que mi amiguete me achacaba que este blog es poco menos que un muermo insoportable (la última entrada publicada por entonces llevaba por título 'Mi libertad'...)
Y es posible que tenga razón. Desde el mismo momento en que me planteé llevar adelante un blog, e incluso antes de hacerlo, me he movido en un mar de dudas. ¿Debo ser demasiado explícito en mis comentarios?¿Hasta qué punto he de desnudarme personal, profesional y políticamente?¿Cuál es el límite que marca la puesta en común de mis sensaciones, opiniones y convencimientos de una explicitación soez de mi interioridad?¿Escribo para mí o para otros? En el fondo, tal vez uno no ha reflexionado previamente sobre lo que quiere ser de mayor (y sobre lo que quiere que sea esta bitácora), y ha abierto un restaurante sin tener claro si se trata de un mesón que se asienta sobre recetas tan tradicionales como contundentes o de un establecimiento de nueva cocina apoyado sobre el más conceptual de los minimalismos gastronómicos.
En todo caso, acepto pulpo como animal de compañía. Sólo un poco, pero lo suficiente. Abandono por un momento el papel de niño bueno y me lanzo en busca de porteros automáticos (vulgo 'telefonillos'), armado con varios rollos de cinta aislante, en plena hora de la siesta. Me convierto en un pelín gamberro, vamos, al tiempo que pongo sobre la pista a aquellos periodistas jerezanos que estén dispuestos a sazonar sus crónicas con más pimienta de la que alguno de ellos encuentra en las entradas de este blog.
Y me hago tres preguntas; tantos como eran, por ejemplo, los jefes comuneros. ¿Qué partido ha flirteado con un prestigioso miembro de la comunidad universitaria, en un intento de incorporarlo en un puesto de salida de su próxima lista a las municipales, si no incluso en lo más alto de la misma?¿Qué destacado representante del arte de Cúchares ha sido tentado por una formación que anhela recuperar la Alcaldía de Jerez?¿Qué opción política ha promovido una y otra operación, de forma sucesiva, tal vez porque ya tenía preparado el lema electoral con el apellido de su futuro candidato?
Ahí lo lleváis, compis. Por si os vale para algo...

viernes, 13 de febrero de 2009

El buzón

Seguramente, para el común de los mortales, no tendrá la mínima importancia. Pero, para mí, hay un momento mágico en todos y cada uno de los días laborables: aquel en el que me asomo al buzón en busca de no sé qué.
Para aquellos cuya edad les aleje de la tradición epistolar en la que uno echó los dientes, debo aclarar que el buzón no es esa suerte de contestador automático que llevan incluidos los teléfonos móviles; se trata de una especie de cajetín que suele servir de ornato de portales de comunidades de propietarios (generalmente, frente al ascensor) o de una ranura que se abre como una rendija a lo desconocido en los muros de los unifamiliares.
Desde pequeñito, antes incluso de conseguir copia de la llave de la puerta del domicilio familiar, uno anhelaba hacerse con la del buzón. Tal vez era porque el del piso de mis padres, el segundo derecha, estaba situado en la parte superior de los cajetines; y porque llegar a él debía significar necesariamente haber alcanzado una cierta estatura. Fuera o no por eso, uno abre día tras día su buzón como si de desenvolver un paquete envuelto en papel de regalo se tratase, sin tener en cuenta que, por lo general, su interior no guarda nada digno de especial mención.
Porque, en realidad, más allá de folletos promocionales y de cartas del banco, el buzón sorprende más bien poco. Tanto que, llegando el mes de agosto, uno va echando en falta el cheque regalo de Cortefiel; de la misma forma que hace un seguimiento de la puntualidad de la felicitación o la tarjeta navideña de Isidoro Álvarez (hay que ver qué hombre más cumplido, con lo que debe de ser El Corte Inglés y la de preocupaciones que tendrá en la cabeza...)
Total, que hoy he vuelto a abrir mi buzón a mi regreso a casa. Con la misma expectación. He recogido varios papeles de su interior que he ojeado rápidamente y sin demasiado entusiasmo mientras esperaba al ascensor. Ya dentro de él, me he dado cuenta. Hoy ha sido el día. En un primer momento, no he caído. Porque sólo veía mensajes inconexos, de diferentes colores, tamaños y procedencias. Pero, después, lo he visto claramente. Joder, hoy me ha escrito la crisis.
O, por lo menos, hoy he recibido sus mensajes. Así, de golpe. Y juro que son reales, como la vida misma.
Primero en el ascensor y después en mi humilde morada, he repasado el contenido de la valija: un papelito de un asador (de esos establecimientos en los que se elabora comida para llevar) de una popular barriada; un reclamo publicitario de una promoción de chalés; un tríptico 'seudorreligioso' de los que pensaba que ya no se veían por el mundo; y un libelo político que pretende ilustrar sobre el despilfarro del Gobierno local de Jerez y que apenas logra poner de manifiesto lo miserable que puede ser el ejercicio de una actividad tan noble como la política.
Voy a lo que voy:
El Asador La Granja dispone de cinco menús diferentes (uno distinto para cada día, de lunes a viernes) que aseguran la nutrición de una unidad familiar estándar por sólo 11,50 euros. La fórmula no soluciona el problema de los fines de semana, aunque hay una amplia oferta a la carta; y supone un seguro aborrecimiento del pollo asado pasados unos días de dieta. Pero, en sí mismo, representa un magnífico ejemplo de cómo se puede capear la crisis con nota desde el punto de vista gastronómico (máxime cuando la alternativa no se convierte en costumbre), a la vez que pone de manifiesto el ingenio comercial de quien está detrás de la iniciativa.
La urbanización Doña Petra ("excelente situación en La Pinaleta, junto a la playa de La Barrosa, y a tres minutos del casco urbano de Chiclana") ofrece "el chalet de sus sueños" con "jardín propio en cada vivienda" y "mínima entrada". Segunda visión de la crisis: el chalé de sus sueños con mínima entrada... Pues vaya. Lo que uno desearía, y lo que en el fondo sueña, es poder comprarse la madre de todos los chalés sin preguntar siquiera el precio, en plan David y Victoria pero siendo normal. Todo lo demás es un quiero y no puedo, aunque seguro que los chalés son del carajo de la vela, que los promotores se lo están currando para tratar de dar salida a su 'mercancía', y que en el fondo sólo me mueve la envidia porque por más mínima que sea la entrada...
¿Está la cosa mal? Yo no pensaba que tanto. Bien, bien, tampoco está; y lo sé. Pero como para recibir un mensaje que diga "¡Lleve a María en su corazón, como Ella lleva a su Divino Hijo y a Ud.! Nuestra Señora prometió que 'todas las personas que lleven la medalla al cuello, con fe, recibirán gracias abundantes'. Basta llevar a María en el corazón, como Ella lleva a su Divino Hijo. Eso fue lo que pidió a Santa Catalina Labouré, cuando en 1830 le dijo que mandase acuñar una medalla en que figurase la aparición (...) Pida, hoy mismo, el librito con la historia de la medalla milagrosa y recibirá gratuitamente una medalla plateada (...) El precio total es de 4,95 euros, incluidos los gastos de envío. No es necesario que envíe el dinero ahora". Digo que pensaba que la cosa no estaba tan mal... pero la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima (autora y firmante del aquí referido folleto) parece aventurar una crisis espiritual de impresión. Aunque, por menos de la mitad de un menú que incluye por ejemplo un pollo, unas patatas y un picadillo de la casa, se puede conseguir "el librito con la historia de la medalla milagrosa" y "una medalla plateada" que garantiza que "todos los que la usen con confianza recibirán gracias abundantes", lo que en estos tiempos que corren no es moco de pavo.
Precisamente en estos tiempos de al parecer necesario ecumenismo, mi buzón me ha sorprendido además con otro papelillo (creo que en el argot publicitario se llama 'flyer'). Viene firmado por una formación política que se autodenomina Partido Socialista de Andalucía. Probablemente, ésa sea la única verdad que recoge en su contenido. A decir verdad, esperaba más de los creativos del PSA; tanto en la forma como en el fondo. Más bien burdo. Y bastito, cuando nos tenían acostumbrados a trabajitos finos, a recreaciones virtuales y a la biblia en pasta. La crisis parece haber llegado también al mundo de las ideas. ¿O es sólo cuestión de dinero?

lunes, 9 de febrero de 2009

Mi libertad

Diversos periódicos han anunciado, a través de sus páginas ‘web’, que Eluana Englaro, la joven italiana que llevaba 17 años en estado vegetativo, ha muerto esta tarde. Vaya por delante mi recuerdo para su familia, una familia que no sólo ha debido desangrarse de dolor durante casi dos décadas, sino que se ha visto sometida a sendos procesos públicos paralelos. Paralelos y obscenos, diría yo. Uno estaba impulsado por el primer ministro de la República de Italia, 'Il Cavaliere' Silvio Berlusconi, sin duda uno de los adalides de la democracia moderna, con su profundo y acreditado respeto a las minorías étnicas (?). El segundo, más espiritual, corría a cargo de una multinacional que se arroga la primacía de ostentar la moral universal y cuyo 'consejero delegado' acaba de restituir a un lumbrera que ha negado reiteradamente y sigue negando el holocausto…
Desconozco si internet tiene la consideración de soporte oficial para elaborar lo que se conoce como ‘testamento vital’. Aun así, por lo que pueda pasar, y siguiendo ese lenguaje que tanto gusta a mi hermano Juan Pedro, digo “a todos los que la presente vieren y entendieren” que, llegado el momento de encontrarme en una situación similar:
“Yo, Juan Ramón Aramburu Esteban, mayor de edad, hijo de Juan Ramón y María Victoria, en pleno uso de mis facultades, muestro mi voluntad expresa de mantener en todo momento mi dignidad como persona y mi derecho a regir mi vida en virtud del principal y casi único valor que atesoro: la libertad. Y que, en virtud de ambas, renuncio libre y voluntariamente a toda medicación o tratamiento que tenga como objetivo prolongar mis constantes vitales más allá de mis posibilidades reales de, en un primer momento, recuperar la consciencia; y en una segunda fase, de retomar mi plena capacidad de discernimiento".
"Independientemente de la literalidad y el espíritu de las disposiciones que llegado el momento conformen el ordenamiento jurídico aplicable a este caso, me acojo a dos artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y exijo que se reconvengan: el primero (todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros) y el quinto (nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes). Sólo demando, y así lo espero, un comportamiento fraternal que, desde luego, no someta a mi cuerpo (que no me someta, vamos) a un trato cruel, inhumano o degradante".
"Y, de forma expresa, impido la utilización de mi alma para realizar con ella proselitismo religioso. Abominaré de quienes, desde un púlpito (cualquiera que éste sea), se sientan con la legitimidad de opinar sobre mi dignidad o sobre mi trascendencia. De ellos y de sus dioses. Sólo faltaba”.

sábado, 7 de febrero de 2009

El Chavo


Cuando me vio a lo lejos, mi padre pensaba que había ido a recibirle a la antigua estación de autobuses de Jerez llevando amarrada a una cabra… Debía de ser el año 1995, ó 1996. Pero no era una cabra: era Chavo, un genuino perro marca blanca de Pago del Humo que tomó su nombre del personaje de una mítica serie infantil de la televisión mexicana. Tuve una época en la que me esforzaba por convencer a mis interlocutores de que se trataba de una subespecie de podenco andaluz… Era absurdo revestirlo de cualquier grandeza. Aquello era un fruto de la selección natural, un bicho simpático y más duro que un todoterreno polaco. Un chucho en toda regla, vamos.
Esta introducción me trae a la memoria a un compañero de mis tiempos de Madrid. Él tenía, por obra y gracia de la parienta y los niños, una vieja perra que era para verla. Podría pasar por un hámster, a no ser porque pesaba como treinta veces lo que uno de esos roedores; y porque su rollizo y negro cuerpo era compatible con cuatro ‘guantes’ de pelaje blanco en sus otras tantas extremidades, con lo que fundamentalmente parecía una rata. Él vivía (entiendo que lo seguirá haciendo) en una urbanización llamada, creo, La Piovera, situada al lado de un parque de lo más molón. José Antonio (ése era el nombre del propietario en régimen de gananciales y paseador en régimen de exclusividad de semejante beldad perruna) solía contar que ocasionalmente coincidía en ese parque con ‘vecinos’ acompañados por cánidos de lo más pintureros. Un día, relataba, se le acercó una joven cuyo animal (un lebrel afgano que parecía recién atendido por Llongueras) trataba sin éxito de arrancar un ademán juguetón de la vieja y sorda perra. “¡Qué simpática! ¿De qué raza es?”, preguntó la muy imbécil, aguardando sin duda su turno de réplica para ilustrar sobre las características genealógicas de su campeón afgano… “Una rareza: un ‘whitesocks’ de Bilbao”, sentenció mi colega. Fin de la conversación. Fue mano de santo (porque hay que ver lo que pueden dar de sí los dueños de un perro…)
Vuelvo al Chavo. En verano de 2001 dejé Diario de Cádiz y me incorporé a Diario de Sevilla, un ascenso profesional que trajo consigo una mudanza y un importante esfuerzo vital y familiar. Ese ‘ajuste’ incluyó la necesidad de ‘colocar’ a Chavo a unos amigos, Paco y Flora, a quienes se les acababa de morir una magnífica doberman: sus niñas estaban fatal, todo el día llorando, y era la mejor opción para todos. Así que la cabra perruna de Pago del Humo estrenó familia, con la que ha pasado más de la mitad de su vida.
Hace unos días, y tras mucho tiempo sin verles en condiciones, supe por Flora y Paco que Chavo había pasado a mejor vida. Que tuvo una enfermedad cardíaca crónica (haya que ver cómo son los perros) y un tratamiento que se la controló hasta que llegó su hora, con más de 90 años humanos. En la imagen, de comienzos de 1997, el gran Íñigo Aramburu duerme la siesta en una mesa camilla mientras Chavo, en una posición insólita, hace lo propio sobre una silla en el domicilio familiar en la jerezana calle Clavel.

jueves, 5 de febrero de 2009

Un mes sin humo

Al cinco de febrero le quedan apenas dos horitas y media. Eso supone que ya he cumplido un mes sin fumar; desde la noche de Reyes. Un mes de 31 días; porque hay meses de sólo 28, que tienen menos mérito. Y tengo el firme convencimiento de continuar en el empeño: me siento fuerte, con voluntad.
No sé si mis pulmones lo notarán o no (supongo que este mes de abstinencia les habrá hecho más bien que mal), pero pretendo seguir a lo mío. Máxime después de hacer la siguiente reflexión:

1. Los dos paquetes diarios de Fortuna que me 'jincaba' sumaban 4o cigarrillos por jornada, a razón de 20 cada uno (soy de letras pero mantengo mis neuronas en perfecto estado de funcionamiento).
2. Así pues, en total, mis cansados alveolos se han venido a evitar 1.240 cigarrillos a lo largo de este mes. A mí me parece una barbaridad.
3. Una barbaridad tan bárbara que, teniendo en cuenta su tamaño de 85 milímetros, puestos uno detrás de otro cubrirían la distancia de la banda de un campo de fútbol: nada menos que 105,4 metros (el terreno de juego del FC Barcelona tiene una longitud de 105 metros; y el del Real Madrid, de 106. O al menos eso dice la 'web' de la LFP, que yo no sé nada, que el panorama de los 'blogs' está calentito y lo último que necesito es verme metido en un lío de forofos).

Uno, que en su pobreza intenta ser bien nacido, no tiene más remedio que aprovechar esta pequeña gran conmemoración para agradecer a los colegas la paciencia que me han echado y el ánimo que me han brindado a lo largo de este mes: a Irene, a Alfonso, a Antonio, a Nati, a Ana, a Santi, a Mercè... Y, especialmente, a Charo y a Salvador, quienes, un poquito después que yo, también se han apuntado a la guerra al tabaco. Porque también en esa guerra estamos juntos.

lunes, 2 de febrero de 2009

Leer, entender e interpretar

Creo que no he superado del todo la fiebre. O que mi velocidad cerebral va más allá que la de mis ojos (lo digo más que nada por consolarme). La cosa es que acabo de leer un titular en la página ‘web’ de El País. Y lo he hecho de esta manera: “España pierde el 60% de sus humildes costaleros”. Claro, la Semana Santa que está a la vuelta de la esquina… Pero, aun entendiendo lo de ‘humildes costaleros’, la frase me sonaba rara, y he procedido a releerla: “España pierde el 60% de sus humedales costeros”. Y me ha parecido muy preocupante: tanto lo de los humedales como mi creciente empanada mental. Es más, considerando grave lo primero, creo que es más fácil de solucionar que lo segundo.
Y esta confusión me ha traído a la mente un comentario que no he tenido ocasión de leer pero que el profesor que me lo contó en la Universidad atribuía a Gregorio Marañón, tal vez uno de nuestros últimos intelectuales. A tenor de esta versión de la historia, don Gregorio mostraba su extrañeza dado que había encontrado en un periódico un titular cuyo significado ni siquiera podía intuir; y todo a pesar de que conocía el significado exacto de cada una de las palabras que lo integraban. La leyenda dice que el titular rezaba así: “Los colchoneros arrancan un valioso positivo en El Molinón”. En este caso, al contrario de lo que a me ha pasado hoy, Gregorio Marañón interpretó correctamente cada término, aunque su tal vez elevado registro le impidió atinar con que la crónica hacía referencia a que el Atlético de Madrid había empatado un partido de Liga en el campo del Sporting de Gijón. Yo, simplemente, no he leído bien. Aunque, como le sucedía a don Gregorio, últimamente leo muchas cosas que no llego a entender. Pero, a estas alturas, ni siquiera me siento capaz de aspirar a interpretarlas.

domingo, 1 de febrero de 2009

Llueve y seguirá lloviendo

Casi una semana después de la última entrada, me reengancho al blog. Está divertida la cosa por Jerez. Al menos, los periódicos están de lo más atractivos... Este fin de semana ha sido especialmente intenso (los compis de La Voz sorprendieron el sábado a todo el mundo), y es de suponer que habrá nuevas entregas en las próximas fechas.
En lo meteorológico también apunta lluvia para esta semana. De hecho, el 'finde' se está prestando a rodar un permanente anuncio de Nescafé, con la taza humeante en la mano y el agua cayendo al otro lado de los cristales. Como ayer el tiempo no acompañaba y ya me barruntaba yo la fiebre con la que hoy he amanecido, me centré en devorar la prensa. Y lo hice a conciencia: creo que pocas veces he leído un periódico (en realidad, fueron dos 'en papel': La Voz y Diario de Cádiz; y ni sé cuantos en internet) tan en profundidad, tan sacándole todo el jugo.
Tal vez por ello pude redescubrir a un periodista como la copa de un pino, a un tipo que maneja el lenguaje como Nadal la raqueta y que, además, es un gran amigo. Se trata de Pedro Ingelmo, un tipo modesto como pocos en un mundo en el que cualquier juntaletras se cree alguien. Su página en Diario de Cádiz sobre los crímenes del pub Tanit es un ejemplo que debería estudiarse en las facultades de Periodismo. Y su faldón de cierre del suplemento de Deportes, una perla, una exquisitez. Junto con la propia lluvia (una y otra), ha sido de lo mejor del fin de semana.