viernes, 20 de febrero de 2009

El ministro, el juez, el oso y el rey

Son buenos. Muy buenos, debo admitirlo. Manejan como nadie las situaciones en las que están con el agua al cuello. La muchachada neocon se lo monta de escándalo: las sospechas de cositas feas se extienden a lo largo y ancho del país, salpicando a los principales dirigentes gaviotescos (excepto al más valiente, más airoso y más apuesto de todos ellos); y consiguen que la cacería en la que participaron el ministro Bermejo y el juez Garzón alcance la categoría de pseudoescándalo mediático. Y que el episodio de los tiritos o las supuestas filtraciones de la investigación compitan con los titulares que hablan de presuntos tratos de favor, de pagos de facturas con muchos ceros y escaso procedimiento tras de sí, de negocietes, de amistades peligrosas…
Un dirigente socialista venía a admitir hace unos días, hablando sobre la crisis económica, la histórica incapacidad de los ‘colorados’ para utilizar la propaganda. O, lo que es lo mismo, para la confusión de la opinión pública; para el lío, en definitiva. “Nosotros no sabemos hacer propaganda. Sabemos hacer política. Y eso, aunque nos haya ocasionado algunos problemas en el pasado, ha sido y es una garantía para este país y para su futuro”, concluía más o menos el referido compañero.
Confieso que llevo días dándole vueltas a la cabeza. Primero, sobre si escribir sobre este asunto; segundo, acerca del enfoque de esa aproximación al tema que nos ocupa; y, tercero, y no por ello menos importante, sobre el tono con el que abordar una tarea tan peliaguda. Ahora, cuando creo que lo que de verdad quería decir ya lo he planteado en los párrafos anteriores, me siento liberado para hacerlo sin demasiados miramientos.
A día de hoy, el episodio de la cacería ha dejado ‘tocado’ políticamente al ministro Bermejo. Mientras, el juez Garzón permanece ingresado en un hospital, al parecer como consecuencia de una subida de tensión (eso dicen los periódicos en internet) que intuyo no tiene por qué responder a este episodio cinegético... Pero los que de verdad están que da pena verlos son los ciervos que se quitaron del tabaco con ocasión de tan renombrada montería. Ésos sí que están mal; mal malísimamente mal. Y de ellos se acuerda poca gente, comparada con la cantidad de inquietudes y de inquietud que despiertan los nombres y las supuestas conexiones que aparecen en los papeles de don Baltasar.
Cuenta la historia (la leyenda convertida en historia) que el rey Favila murió tras ser atacado por un oso que el día de autos había decidido salir a cazar reyes. Favila había hecho un plan similar, sólo que respecto a la caza de osos. Pero, como quiera que había menos reyes que osos, el pobre vástago de Don Pelayo tenía la estadística en contra. Con lo que pasó a la historia como el sujeto paciente del primer magnicidio cometido por un plantígrado. Y, hasta donde yo conozco, del único…
No quito ni pongo rey (ni ministro, ni juez, ni oso); sólo cuento una leyenda que, como todas, puede encerrar una parte de verosimilitud. Mil y pico años después, cabe preguntarse quién o quiénes acabarán desempeñando el papel de Favila. Aunque yo no buscaría en las fotos de la cacería de Torres.

(Aquí dejo un enlace a una información impagable sobre Favila y el oso, publicada hace tiempo en La Voz de Asturias).
Llueves rinde culto al oso que mató al rey Favila ( La Voz de Asturias - 20/05/2007 )

2 comentarios:

  1. Tio Jr no escribas así, que dejas en ridigulo mi pobre prosa callejera.
    Hablando de otra cosa, tienen un rostro que se lo pisan, hasta ahora hay 6 dimisiones de cargos públicos, y de mierda hasta los ojos, y al final Bermejo la ha cagao, y Garzón con taquicardia, como dijo el otro vivir para ver.

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  2. Es lo del país, el paisaje y el paisanaje que dice el señor de Los Arcos. Y no me eches flores sobre la forma de escribir. Es sólo juntar letras. Lo que tiene mérito es pulverizar los sudokus como tú. Esos tan difíciles que tienen más blancos que el jamón malo... Y, en todo caso, lo importante no es cómo sino qué se dice. La esencia, no la apariencia. Tú lo sabes bien.

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