miércoles, 27 de mayo de 2009

27 de mayo, dos años después

Hoy se han cumplido dos años de las elecciones municipales del 27 de mayo de 2007, aquéllas que en Jerez supusieron, por primera vez, que el PSOE alcanzara la mayoría absoluta en el Ayuntamiento. Ese día, como le gusta decir a la alcaldesa, Pilar Sánchez, la ciudadanía decidió pasar página. De hecho, mis convecinos no sólo tomaron conciencia de la necesidad de tornar una sola hoja de la historia, sino que ese día arrojaron sobre determinadas personas y contra ciertos ademanes nada menos que la edición corregida y aumentada de la Enciclopedia Británica. De golpe y porrazo.
Aquel 27 de mayo fue el inicio de una etapa ilusionante. Una etapa de cambio: en la gestión, en los ademanes, en la propia forma de entender la ciudad y la relación con sus vecinos... Pero también ha sido una etapa difícil como pocas. La ‘herencia’ recibida supuso una gran hipoteca, un gigantesco lastre que ha condicionado la toma de decisiones. Y la crisis globalizada, ésa que ha tumbado bancos y multinacionales a lo largo y ancho del mundo y que algunos se empeñan en utilizar como argumento en el cuerpo a cuerpo político, tampoco ha ayudado. Como en ningún sitio. Pero se ha trabajado. Y se trabaja. Mucho. Día a día. Porque esto es muy largo. Y porque se lo merece mucha gente; especialmente quienes más están sufriendo las consecuencias de este complicado momento que no es ajeno a las superestructuras económicas.
Por este motivo, hoy me siento orgulloso. Orgulloso de formar parte de un equipo de personas que pretende colaborar en mejorar esta ciudad y la calidad de vida de quienes nos rodean. Orgulloso de poder estar aportando mi esfuerzo y mi talento en esa apasionante tarea colectiva. Orgulloso de asistir como ciudadano a este momento crucial de la historia de Jerez desde una posición que me permite ser cauce de inquietudes y sugerencias. Y orgulloso, en suma, de poder contribuir, modestamente, a la gestión de lo que los clásicos denominaban república, y que no es otra cosa que la atención a las cuestiones de la colectividad; aquéllas que, de verdad, merecen la pena.
Igualmente, hoy me siento orgulloso sabiendo que el Pleno del Parlamento de Andalucía ha aprobado, por unanimidad, la inclusión de Jerez en el régimen de organización de los municipios de gran población, según recoge la página web de la Cámara que encarna la soberanía popular de este sur del sur de Europa (www.parlamentodeandalucia.es)
Hoy, sí, me siento orgulloso. El día en que aún quedan dos años de mandato corporativo, dos años en los que difícilmente se encontrarán mayores dificultades ni más yermas extensiones que las que ha habido ocasión de recorrer durante esta etapa, como si esta ciudad y el Gobierno local que la gestiona hubieran sido llamados a desempeñar un papel de una suerte de héroe griego, acechado por horribles cíclopes, por mares tenebrosos poblados de hidras y por dioses ansiosos de saciar su sed de venganza. Porque, aunque se hiciera de noche de repente, tampoco habría que rendirse. Porque no vale de nada hartarse de nadar para morir a unas brazadas de la orilla… Y porque, como dice un viejo dicho cosaco, “no importa lo ancha que sea la estepa, sino lo cansado que esté tu caballo”. Y de otra cosa no; pero de caballos, aquí, andamos sobrados.

lunes, 25 de mayo de 2009

La chispa naranja

Nunca lo he negado. Nací en Vitoria. Y me siento de Kas más que de Fanta. Kas, que era una magnífica marca originaria de Vitoria (con una importante presencia social en la que durante muchos años destacó un equipo ciclista de relumbrón que práctamente 'obligó' al Tour de Francia a finalizar una etapa en mi ciudad cuando yo era un tierno infante), fue comprada por Pepsi, tal vez en un intento por contrarrestar a la Fanta de Coca Cola...

Pero hoy, lo admito, me he rendido. Y traigo aquí, entiendo que sin violar ninguna norma de protección de la propiedad industrial, intelectual, metafísica ni ética, este pedazo de vídeo extendido del anuncio de la nueva campaña de Fanta. Todos los detalles están en www.conpocomelomonto.com

Sinceramente, creo que al nacer me adelanté un par de décadas. La chispa de la vida, teñida de naranja.

jueves, 21 de mayo de 2009

Europa, por si acaso


Hace unos años fui presidente de una mesa electoral. Concretamente, en las últimas elecciones al Parlamento europeo. Fue un día horroroso, el calor cayendo a plomo sobre el IES Padre Luis Coloma y con un desesperante y cansino goteo de electores que al cierre de la jornada apenas sumaba un tercio del censo…
Esta noche se ha iniciado la campaña de las europeas de 2009, con la vista puesta en la cita en las urnas del próximo 7 de junio. Y tampoco parece que los miembros de las mesas electorales vayan a necesitar tomarse esa noche un par de tilas para tranquilizarse tras una jornada de intensa actividad… Es más, los medios de comunicación no dejan lugar a las dudas y aventuran una participación que puede rozar el ridículo.
Ignoro cuál es la causa de ese desinterés que los españoles mostramos ante todo lo que tenga que ver con Europa, nosotros que no hace tanto perdíamos la cabeza con la bandera de las estrellas amarillas. Tal vez sea la lejanía física respecto a los centros de decisión de ese conglomerado de países del que somos una parte esencial y que hace apenas dos décadas mirábamos con envidia; quizás responda a la ausencia de ‘retorno’ de la labor de los electos hacia sus votantes, una circunstancia que se agrava por el hecho de que la circunscripción sea la totalidad del territorio nacional. Ignoro la causa.
Personalmente, estoy convencido de la necesidad de ejercer el derecho al voto; y de hacerlo también en las próximas elecciones europeas. Por muchas razones: porque es mío, porque es mi derecho; porque muchas personas se han complicado la vida hasta términos insospechados o incluso la han perdido para que yo meta al final la pata y decida que la cosa no va conmigo; porque no me da la gana de que nadie decida por mí; porque creo que este viejo continente es y debe seguir siendo una referencia para todo el mundo y que tiene que consolidarse como la gran esperanza para quienes menos tienen; porque me apasiona la simple idea de participar en la construcción de un proyecto común que supera siglos de guerras y de atrocidades cometidas en nombre de banderas, territorios, dinastías o religiones; y porque hay muchos peligros esperando ahí fuera, confiando en que hagamos dejación de nuestra fuerza como ciudadanía libre.
Mi perfil, a la izquierda de esta entrada, se empeña en recordarme que no viví la época en la que se tomó la imagen que encabeza este texto y que pone los pelos como escarpias (una fotografía propiedad del Louvre, tomada en museo parisino durante la ocupación nazi). Tampoco pude correr delante de los grises. La terquedad de la biología y las incomodidades del taca-taca y de los pañales me lo impidieron. Por eso me molesta que me presuman de edad como sinónimo de compromiso con las libertades. Pero, por ese mismo motivo, no pienso perder ni una sola oportunidad de que se escuche mi voz. Por quienes se la jugaron para que pueda hacerlo. Y por si acaso. Sobre todo, por si acaso.

jueves, 14 de mayo de 2009

Me gusta el fútbol


No pudo ser. Pero no importa. Mi Athletic salió anoche a ganar la Copa del Rey en Mestalla, justo en el mismo momento en que el mejor equipo del mundo mundial había tenido la misma idea. Y así les fue, a los pobres. Cuatro a uno. Y gracias, porque por un momento temí que el Barça iba camino de completar el segundo set de la temporada, después del ‘siete’ en forma de 6-2 que le hizo al Madrid hace apenas unos días…
Pero, insisto, no importa. ¿Por qué? Porque nada se puede reprochar a quien no logra alcanzar el éxito pero se ha vaciado en el esfuerzo. Máxime cuando en el partido más trascendente que te toca jugar te mides al mejor equipo de los cinco continentes en los últimos (muchos) años. Eso es precisamente el deporte. Y me temo que eso es también la vida.
Uno tiene la dudosa suerte de estar poquitas veces en el lado de los ganadores. Tal vez por eso valore tanto el esfuerzo que no obtiene la recompensa en forma de trofeo. O no; seguramente lo valoro porque tengo el íntimo convencimiento de que ese esfuerzo es el verdaderamente importante. El que te reencuentra contigo mismo, el que te mide a tu propia resistencia, el que no espera la ovación de un estadio sino una palmada en la espalda. Y ni siquiera eso, porque cada uno es quien mejor se administra las palmaditas, especialmente cuando los retos alcanzan proporciones titánicas y no se espera más reconocimiento que acostarse rendido por el esfuerzo.
Los once muchachos vestidos de rojo y blanco que ayer se estrellaron contra la mayor concentración de talento futbolístico que he tenido ocasión de ver ‘en color’ debían perder ese partido. Y lo hicieron. Tal vez sus lágrimas al término de la final nacían de la impotencia ante esa mezcla de convencimiento de que estaban abocados a la derrota y de frustración por no poder cambiar su mala fortuna.
Porque con su derrota debían construir una metáfora. La que habla de los auténticos valores del deporte; la que construye símbolos sobre hechos cotidianos cuando se abordan con espíritu de trascendencia; y la que convierte en héroes a simples mortales que se esfuerzan en pos de un ideal colectivo y de una identidad, sabiendo que el trozo de metal que te puedes llevar colgado al cuello no tiene ningún valor al lado de lo que ese triunfo significa para quienes te jalean desde el anonimato... que son quienes ganan de verdad.
Anoche, mientras reflexionaba sobre todo esto, pensaba en tres personas. La primera, a la que debo lo poco que soy como ser humano y a la que las más de las veces recuerdo a mi lado en la Preferencia de San Mamés en aquellos tiempos gloriosos de Zubi, de Urkiaga, de Goiko, de Urtubi y de Manolo Sarabia. La segunda, quien generosamente me brindó la posibilidad de estar presente en Mestalla para vivir esa lección histórica, un sevillista de pro que merecería vestir la camiseta del Athletic. La tercera me dio pena, porque no le gusta el fútbol. Creo que no lo entiende; y no seré yo quien se lo explique. Ni el fútbol ni las metáforas.

(La foto de la desolación de la defensa y del regocijo de la afición del Barça tras el gol de Messi está sacada de la página web del Athletic. Por cierto, ¿sabe alguien si este muchacho tenía alguna abuela de Basauri?)

viernes, 8 de mayo de 2009

El lunes es el gran día

El mundo entero espera al lunes como si le fuera la vida en ello. Porque el lunes, la civilización occidental e incluso la humanidad en su conjunto pueden asistir al primer día del resto de su existencia. O no, porque por las mismas tal vez una y otra queden abocadas al más absoluto de los descalabros. Y encima un lunes, con lo que cuesta levantarse...
Todo dependerá, ese día insisto, de que la presentación del nuevo libro de José María Aznar consiga una repercusión mediática internacional como la que merece quien tiene la varita mágica para salir de la mayor crisis económico-financiera desde el 'crash' de 1929; es más, quien puede conseguir que esto, al lado del episodio que generó la gran depresión, sea sólo un problema de quítame allá esos despidos o esas empresas públicas ineficaces.
La comunidad internacional se halla dividida, es cierto. Y tal vez, sólo tal vez, podamos salir de dudas el lunes. Porque el mismo lunes quizás sea demasiado pronto para zanjar esa discrepancia entre potencias, que se debaten en un sinvivir geoestratégico que seguramente se nos escapa a los mortales: si Aznar atesora más méritos como reconocido experto en economía internacional o como campeón de los más acrisolados valores de la prosa castellana. Yo sólo digo que me ha parecido escuchar en la radio a un tipo con nombre de frigorífico que decía que los depositarios del legado de Alfred Nobel están madurando seriamente la posibilidad de unificar los premios de Literatura y Economía; ante la más que previsible desbandada de candidaturas en ambas categorías y el indudable oprobio que se causaría a quienes desde ya mismo deberían considerarse segundones...
Hoy (bueno, ayer, porque a esta hora de hoy ya es mañana), los compañeros de El País han adelantado algunas de las recetas de Aznar. ¿Conocerá este hombre Estocolmo?

jueves, 7 de mayo de 2009

Europeístas...

Mi amigo Salvador León ha publicado hoy en su blog una entrada que me ha parecido especialmente acertada. Es un hacha. Al contrario que yo, que una vez más he intentado colocar un comentario en su bitácora, pero con la misma fortuna que siempre...
Pues bien, mi querido amigo censura al otrora símbolo del PP en Cataluña, Alejo Vidal Quadras, por sus digamos que 'amables' manifestaciones para con Berlusconi y su decisión de integrar en sus listas para la Eurocámara a lo que en Italia se conoce como 'bailarinas'; es decir, a jóvenes mujeres que son utilizadas como reclamos digamos que 'visuales' ante el electorado.
Por un momento, me ha asaltado la duda, porque Salvador confiesa que se asombra de que nadie del PP haya "rectificado" la supuesta gracieta de Vidal Quadras. Pero lo he pensado mejor, y teniendo en cuenta el diccionario y su bonhomía, no me cabe duda de su acierto y de que efectivamente Salva esté mostrando su sorpresa por que ningún miembro de la muchachada gaviotera haya contradicho a la 'gran esperanza' de los populares catalanes por considerar que ha metido la pata con sus palabras (éste viene a ser, en román paladino, el significado de la palabra 'rectificar').
Pero, viendo determinado ademanes y al paso que va la burra, ¿no te parece, amigo Salvador, que lo realmente extraño es que alguno no haya corrido ya a socorrer a Vidal Quadras, conjugando para ello el verbo "ratificar" (según la RAE, "aprobar o confirmar actos, palabras o escritos dándolos por valederos y ciertos")?
Alejo Vidal Quadras es vicepresidente del Parlamento Europeo y número cuatro de la lista del PP a la Cámara continental en las elecciones del próximo 7 de junio. Y, por sus hechos los conoceréis, todo un síntoma de la vocación del PP por construir una Europa moderna, plural e igualitaria. Una Europa fundada sobre el diálogo y basada en el respeto al otro. Al nivel del mismísimo Berlusconi, vamos. Europeístas...

miércoles, 6 de mayo de 2009

Sigo sin fumar

Cuatro meses. Ciento veinte días desde aquel bendito 6 de enero. Parece que me he tomado en serio lo de dejar de fumar. Me encuentro mucho mejor físicamente (tampoco es que antes estuviera hecho un cascajo, pero vaya si se nota; y todo en una época tan incómoda como ésta para quienes padecemos la rinitis y otras molestias inherentes a la primavera). Incluso me siento más fuerte, no ya desde el punto de vista físico, sino psicológicamente. Por desgracia, mis intentos por controlarme un poco a la hora de comer (¿debería decir ‘devorar’?) no figuran de momento en la nómina de grandes éxitos de mi proverbial fuerza de voluntad.
Pero, es curioso, no siento eso como un error; todo lo más, como un error consentido y premeditado. Conscientemente premeditado o premeditadamente consciente. El gran enemigo era el tabaco. No el chocolate; ni el solomillo. ¡Ni las tarrinas de helado de Mercadona! Ésas que se venden por pares, como las de leche merengada. Por cierto, que su combinación con canela molida debería estar prohibida, porque no sólo nubla la voluntad sino que además hace perder el entendimiento y el sentido del límite. Porque, a todo esto, a la ansiedad hay que añadir el redescubrimiento de los sabores y los aromas, tanto tiempo secuestrados por el tabaco… Definitivamente, estoy encantado por no fumar.

martes, 5 de mayo de 2009

En pie sobre la tierra vasca


"Yo soy un ciudadano de Portugalete que nunca había soñado con el honor de una responsabilidad tan relevante como para la que hoy solicito la confianza de esta Cámara. Soy hijo y nieto de trabajadores. Mi padre, Eduardo López Albizu, al que todos llamaban ‘Lalo’, trabajó como ajustador en los astilleros de La Naval, en Sestao. Mi abuelo paterno, Emilio, casi se dejó la vista en 'la colada' de Altos Hornos de Vizcaya. Mi otro abuelo, Antonio fue jefe de máquinas de un mercante que hacía la línea del Río de la Plata en los años cuarenta y cincuenta. El ejemplo y el compromiso político de mi familia, su lucha por la libertad, por la democracia y por los derechos de los trabajadores -una lucha por la que mis padres conocieron el destierro y las cárceles franquistas- me ha traído hasta aquí. Para mí la razón de ser de la política es mejorar las condiciones de vida de las personas y trabajar por los valores de libertad, solidaridad y justicia". La cita es larga. Es del discurso de investidura de Patxi López. Él es ya el primer presidente del Gobierno vasco ('lehendakari', se dice por allí) no nacionalista.
Esta tarde he podido escucharle, hablando de la mano tendida, de la construcción de un país desde la suma de voluntades, del papel esencial de los socialistas en los grandes momentos de la construcción de Euskadi, de su compromiso de gobernar para los dos millones y pico de personas que habitan esa tierra que lleva décadas desangrándose. Y me ha encantado, tanto por su forma como por su fondo. Tanto que envidio a mis compañeros que pasado mañana jueves podrán asistir a su toma de posesión, en un acontecimiento histórico en la Casa de Juntas de Guernica (Gernika), tal vez uno de los lugares más simbólicos de entre los lugares simbólicos que en el mundo han sido. "Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, en recuerdo de los antepasados, bajo el Árbol de Gernika, ante vosotros representantes del pueblo, juro desempeñar fielmente mi cargo". Éste es el juramento ceremonial.
Hoy ha empezado un nuevo tiempo en la tierra que me vio nacer. Un tiempo en el que, como siempre, es más importante lo que se abre ante uno que lo que se deja atrás. López, Don Patxi como se ha referido a él la presidenta del Parlamento al término de la sesión, tiene ante sí una tarea tan ilusionante como colosal. Y complicada; porque deberá realizar un constante ejercicio de funambulismo político. Aquel que le permita jugar magistralmente con los tiempos. Y, al tiempo, con quienes le apoyan esperando que se estrelle; con quienes le van a negar incluso el agua, a la espera de recuperar ya olvidadas canonjías; y de los que, sin más, desean verlo volar por los aires... Todo un papelón. Y, sobre todo, un ejemplo. En pie sobre la tierra vasca. Ahí está, el hijo de Lalo.