lunes, 9 de febrero de 2009

Mi libertad

Diversos periódicos han anunciado, a través de sus páginas ‘web’, que Eluana Englaro, la joven italiana que llevaba 17 años en estado vegetativo, ha muerto esta tarde. Vaya por delante mi recuerdo para su familia, una familia que no sólo ha debido desangrarse de dolor durante casi dos décadas, sino que se ha visto sometida a sendos procesos públicos paralelos. Paralelos y obscenos, diría yo. Uno estaba impulsado por el primer ministro de la República de Italia, 'Il Cavaliere' Silvio Berlusconi, sin duda uno de los adalides de la democracia moderna, con su profundo y acreditado respeto a las minorías étnicas (?). El segundo, más espiritual, corría a cargo de una multinacional que se arroga la primacía de ostentar la moral universal y cuyo 'consejero delegado' acaba de restituir a un lumbrera que ha negado reiteradamente y sigue negando el holocausto…
Desconozco si internet tiene la consideración de soporte oficial para elaborar lo que se conoce como ‘testamento vital’. Aun así, por lo que pueda pasar, y siguiendo ese lenguaje que tanto gusta a mi hermano Juan Pedro, digo “a todos los que la presente vieren y entendieren” que, llegado el momento de encontrarme en una situación similar:
“Yo, Juan Ramón Aramburu Esteban, mayor de edad, hijo de Juan Ramón y María Victoria, en pleno uso de mis facultades, muestro mi voluntad expresa de mantener en todo momento mi dignidad como persona y mi derecho a regir mi vida en virtud del principal y casi único valor que atesoro: la libertad. Y que, en virtud de ambas, renuncio libre y voluntariamente a toda medicación o tratamiento que tenga como objetivo prolongar mis constantes vitales más allá de mis posibilidades reales de, en un primer momento, recuperar la consciencia; y en una segunda fase, de retomar mi plena capacidad de discernimiento".
"Independientemente de la literalidad y el espíritu de las disposiciones que llegado el momento conformen el ordenamiento jurídico aplicable a este caso, me acojo a dos artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y exijo que se reconvengan: el primero (todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros) y el quinto (nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes). Sólo demando, y así lo espero, un comportamiento fraternal que, desde luego, no someta a mi cuerpo (que no me someta, vamos) a un trato cruel, inhumano o degradante".
"Y, de forma expresa, impido la utilización de mi alma para realizar con ella proselitismo religioso. Abominaré de quienes, desde un púlpito (cualquiera que éste sea), se sientan con la legitimidad de opinar sobre mi dignidad o sobre mi trascendencia. De ellos y de sus dioses. Sólo faltaba”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario