sábado, 28 de febrero de 2009

Buenas noches, y buena suerte

Es curioso esto de los blogs. Te sientas ante tu ordenador, en la más absoluta de las intimidades, te 'desnudas' a ti mismo frente a la pantalla, dudas sobre lo que es o no es conveniente publicar, te lo piensas varias veces, lo valoras, lo revaloras y lo requetevaloras, intentas anticipar si lo que escribes puede molestar a tu familia, a tus amigos o a tus jefes, si te pasas de cercano o si te elevas hasta el punto de que te mantienes en tu pequeño mundo ajeno al resto de los mortales. Y la cosa es que la gente lee, de la misma forma que yo también leo las historias que seres humanos como yo escriben a ambos lados del Atlántico, en pequeños momentos de intimidad en los que supongo que les asaltan las dudas acerca de si sus seres queridos se sentirán aludidos por sus pequeñas historias y de si sus superiores les 'tirarán de la oreja' al día siguiente, cuando retornen a la disciplina laboral tras sus 'licencias literarias cibernéticas'.
Si todo marcha como debiera, en apenas seis meses cumpliré 40 años. A lo largo de ese tiempo, y una vez completada mi formación universitaria, he acumulado cerca de 15 dedicado al periodismo, y más concretamente a escribir casi todos los días, para atender a la cita que, también diariamente, la empresa de la que dependía tenía previamente establecida con sus lectores. Y, a pesar de que uno ha tenido la enorme suerte de trabajar en cabeceras líderes en sus respectivos mercados, todos los días me cabía la misma duda. ¿Habrá leído alguien lo que he escrito? Porque, más allá de contados e interesados escritos de felicitación o de cartas de protesta por lo publicado (las menos, la verdad, aunque suene pretencioso), el gran enemigo de quien escribe es la aparente falta de respuesta de sus potenciales receptores.
Gracias a internet, al maravilloso invento de los blogs y de facebook, he 'encontrado' a un antiguo amigo de la infancia. Pensé que lo había perdido por mi culpa, por haberme alejado apenas mil kilómetros de la tierra en la que pasamos tal vez los mejores años de nuestra vida. Pero el tío vive en Estados Unidos. Tiene allí dos críos, hijos de su padre y nietos de un panorama eternamente brumoso y de una historia ligada al Athletic de Bilbao. Aún recuerdo una tarde magnífica en San Mamés en la que empatamos a dos contra el Barcelona de Lineker, después de que un disparo de Santi Urkiaga 'se saliese' tras enlazar las bases de los dos palos, merced a un capricho del tiralíneas de quien marca la suerte del fútbol.
Sus padres (creo que ambos de Baracaldo, me consta que nacionalistas de vocación y constato que encantadores) viven en Vitoria. A su hermano mayor le debo el gusto por cierto tipo de música (Springsteen, Dire Straits... y Hertzainak). Y el muchacho es, hoy, policía autonómico, de esos que se juegan la vida para que los ciudadanos de ese pedazo de España puedan seguir sintiéndose en condiciones de igualdad al resto de las naciones civilizadas y democráticas. No quiero hablar de mí ni de mi circunstancia. Pero creo sinceramente que la situación que acabo de relatar es la principal manifestación de que, poco a poco, está surgiendo una nueva Euskadi. Un proyecto desconocido y, hace apenas unos años, impensable de país. Lo que aventura, a corto o medio plazo, un país desconocido e impensable.
Mañana (y casi hoy) se vota en Euskadi. También en Galicia. Pero la cita con la historia, de verdad, sólo se dirime en mi tierra. Con la historia y con el futuro. Buenas noches, y buena suerte. Gabon, ta zori ona.

3 comentarios:

  1. No se es consciente de que a uno lo leen, y si hijo sí, nos leen, nos leemos y nos observan jeje. Ahora me he enterado que hasta mis vecinos leen mi blog. Y sólo nos decimos buenos días, no cruzamos más palabras, curioso, sí. Y saben ellos mucho más de mí que yo de ellos, que en realidad, no sé nada.

    ResponderEliminar
  2. Querido Alfonso. No sabes lo que me alegra tu mensaje, y lo que me he acordado de ti estos días... Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Sí, es curioso esto de los blogs, y del facebook, del que me confieso absolutamente admiradora y que ya me ha dado algunas alegrías en forma de reencuentros inesperados.

    Le sigo atentamente señor Aramburu

    Pepa

    ResponderEliminar