jueves, 2 de septiembre de 2010

Septiembre

El año debería comenzar el 1 de septiembre, después del parón que el mes de agosto impone para la actividad general (con incomprensibles parálisis incluso de servicios esenciales). Con septiembre viene la vuelta al cole, el inicio del curso político y el reencuentro con la normalidad, con lo cotidiano.
Agosto y el verano en general traen consigo una suerte de espejismo en el que casi todo se relativiza, en el que las cosas tienden a funcionar a medio gas y como con menos presión. Tal vez sea sólo por causa del calor, pero siento que se genera algo así como un estado mental colectivo que nos predispone a ver las cosas de distinta manera, de una forma más relajada, más amable…
Pero llega septiembre. Y la verdadera cuesta, a mi entender mucho más empinada que la de enero ya que a las dificultades económicas de aquella se suman ahora las psicológicas de la inmersión en la realidad durante casi un año entero, a la espera de recuperar las terracitas y las noches al fresco, cuando todo se ve con otros ojos.
En mis tiempos de estudiante jamás tuve que presentarme a un examen en septiembre. No es algo de lo que esté especialmente orgulloso, pero no podía soportar la sola idea de tener que pasarme el verano hincando los codos. Especialmente porque no me suponía ningún sacrificio sacar adelante las materias en su tiempo natural, a cambio de lo cual obtenía luego hasta casi tres meses para mi absoluto uso y disfrute.
Creo que no debe de ser nada bueno asomarse a septiembre con ansiedad por finalizar aquello que se dejó pendiente, antes de centrarse en las nuevas obligaciones que impone el curso que empieza. Aunque mucho peor será hacerlo sin ni siquiera haberse rozado con los libros durante el verano ni haberlos abierto en los meses precedentes en los que no se acudió a clase y se vivió peleado con buena parte de los profesores que serán los encargados de decidir tu futuro y con los compañeros que pueden o no dejarte fotocopiar sus apuntes.
Me da pavor pensar en un septiembre así, con las urgencias naciendo y multiplicándose al sentir que todo está sin hacer; cuando lo verdaderamente importante no es eso, sino centrarse en llegar en las mejores condiciones al final de un curso que ya se nos está escapando entre los dedos de las manos. De lo contrario, volverán las angustias en el próximo septiembre.

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