viernes, 24 de abril de 2009

De llamados y elegidos



Ahí están. Son las 34 personas que están llamadas a regir el destino de mi tierra: de mi país y de mi Comunidad Autónoma. Dieciocho mujeres y dieciséis hombres, los elegidos, que tienen el honor de ocupar un lugar de privilegio en la construcción y en la transformación diaria de nuestra sociedad.
Les envidio. Lo digo aun a riesgo de parecer políticamente incorrecto; pero me da igual. Porque no acierto siquiera a imaginar una tarea tan digna, una labor tan apasionante como la que estos 34 semejantes tienen entre manos. Y les envidio de la misma forma y por el mismo motivo que envidio a mi alcaldesa y a mis compañeros concejales y a mis compañeras concejalas en el Ayuntamiento de Jerez.
Una envidia sana (si es que existe) que me hace alegrarme de sus tan numerosos como en ocasiones callados éxitos. Porque los siento como propios, no ya por mi participación en ellos sino por mi implicación en un proyecto colectivo.
De la misma forma, sufro con ellos las críticas: las que se refieren a la gestión, aquellas que no entienden de las horas que se dedica a trabajar diariamente pero que son tan legítimas como necesarias para la propia pervivencia de nuestro sistema político; y también las otras, las que nacen de los intereses particulares, de las mediocridades, del mal perder, de la añoranza de otros tiempos, de ese deporte nacional que es la envidia, de la abstinencia, de la traición, del afán de notoriedad, de la pereza...
Sí, les envidio. Desde la lealtad. Por eso me siento, con ellos, parte de una piña. Porque se lo merecen. Y porque, por esa misma lealtad, se lo debo.

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