viernes, 21 de mayo de 2010

La crisis

Sesudos artículos de fondo, rigurosos ensayos, argumentaciones de toda índole, discursos políticos de uno y otro signo, disquisiciones que rozan lo metafísico… He leído de todo acerca de la crisis económica y de las medidas que ciertas instituciones han anunciado y/o puesto en marcha con el objetivo de salvar esa situación. Y, habiendo entendido casi todo, estoy de acuerdo con muy pocas cosas, más allá de que los verdaderos responsables de esta situación no son precisamente quienes más están padeciendo sus rigores. Ni mucho menos.
Ahora bien, dentro de esta dispar producción intelectual me ha llamado la atención la diversidad de géneros literarios utilizados, en la que hay incluso lugar para las parábolas. Aquí dejo una que me ha llegado bajo el título Deudas y burros.
Se solicitó a un prestigioso asesor financiero que explicara esta crisis de una forma sencilla, para que la gente de a pie entendiera sus causas. Y éste fue su relato:
“Un señor se dirigió a una aldea donde nunca había estado antes y ofreció a sus habitantes 100 euros por cada burro que le vendieran. Buena parte de la población le vendió sus animales.
Al día siguiente volvió y ofreció mejor precio, 150 por cada burrito, y otro tanto de la población vendió los suyos. A continuación, ofreció 300 euros y el resto de la gente vendió los últimos burros.
Al ver que ya no había más animales, ofreció 500 euros por cada burrito, dando a entender que los compraría a la semana siguiente. Y se marchó.
Un día después mandó a su ayudante con los burros que había comprado en la misma aldea, para que los ofertara a 400 euros cada uno.
Ante la posible ganancia a la semana siguiente, todos los aldeanos compraron sus burros a 400 euros; y quien no tenía el dinero lo pidió prestado. De hecho, compraron todos los burros de la comarca.
Como era de esperar, este ayudante desapareció, igual que el señor; y nunca más aparecieron. Así, la aldea quedó llena de burros y endeudados.
¿Qué pasó después? Por una parte, que quienes habían pedido dinero prestado no pudieron devolverlo al ser imposible vender los burros.
Y por otra, que quienes les habían prestado ese dinero se quejaron al Ayuntamiento diciendo que, si no cobraban, se arruinarían; y dejando claro que, al no poder seguir prestando, la ruina se extendería a la totalidad del pueblo.
Para que los prestamistas no se arruinaran, el alcalde, en vez de dar dinero a la gente del pueblo para pagar las deudas, se lo dio a los propios prestamistas. Pero estos, una vez cobrado gran parte del dinero, no perdonaron las deudas a sus convecinos, que siguieron igual de endeudados.
Mientras, como el alcalde dilapidó el presupuesto del Ayuntamiento, el propio Consistorio quedó también endeudado.
Su única solución era pedir dinero a otros ayuntamientos; pero estos se niegan a ayudarle porque, como está en ruina, saben que no volverían a ver su dinero
El resultado final:
- Los listos del principio, forrados.
- Los prestamistas, con sus ganancias resueltas y un montón de gente a la que seguirán cobrando lo que le prestaron más los intereses (incluso adueñándose de los ya devaluados burros con los que nunca llegarán a cubrir toda la deuda).
- Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida.
- Y el Ayuntamiento, igualmente en la quiebra.
Como consecuencia, para solucionar todo esto y salvar a todo el pueblo, el Ayuntamiento bajó el sueldo a sus funcionarios”.

Hasta aquí la parábola. Lo mismo en los próximos días recibo otra acerca de los efectos sobre la economía real de este tipo de decisiones que olvidan a “los listos del principio”, enriquecen a los prestamistas y arruinan a los propietarios de los burros mientras se empobrece a los empleados públicos. La parábola sobre sus repercusiones electorales no me hace falta. Podría escribirla yo.

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