domingo, 22 de agosto de 2010

Regreso


El mes de agosto ha sido (está siendo) época de reencuentros. Con personas y lugares, algunos distantes cientos de kilómetros de esta tierra al sur del sur de Europa. Reencuentros con sitios y con semejantes, que es tanto como decir reencuentros con la memoria, con la propia vida. Con lo que hizo que uno sea lo que es, con principios y convicciones forjadas a golpe de enseñanza y de ejemplo de quienes te han acompañado en esta apasionante aventura que es ir construyéndose uno mismo, casi sin darse cuenta, hasta que se empieza a colaborar a construir a otros que harán lo propio con quienes vengan más tarde.
Por fin puedo asomarme al blog en este mes de agosto en el que he buceado en mis recuerdos, en lugares casi mágicos por su carga afectiva y por la niebla de misterio que les otorga la distancia. Ha sido y está siendo un mes de acantilados de roca viva sobre los que golpea un mar bravo, de olvidados olores a hierba y a árboles casi perdidos en la memoria, de profundas tradiciones que he debido recuperar bajo una gruesa capa de polvo. Una suerte de viaje iniciático en mitad del camino del que he regresado con la fuerza que da ser consciente de la solidez de los propios cimientos.
Me alegro de haber regresado a lo que fui. Porque me siento más fuerte en lo que soy; y más firme en lo que debo ser.

(En la foto, la Torre de los Iruña o de Doña Otxanda, en Vitoria)

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