viernes, 10 de diciembre de 2010

Desierto


Ocho meses. Casi 250 días. Es lo que me ha costado recorrer el desierto más largo que he debido afrontar en mi vida; un desierto cuyos confines se mueven, caprichosos, de forma que la vista del caminante jamás llega a alcanzar su final. Ocho meses en los que he podido vivir en primera persona algunos de los más decepcionantes comportamientos del ser humano. Para ellos y ellas, mi absoluto desinterés. Y, espero que me perdonen, mi más profunda lástima.
He dejado atrás el sol abrasador, el peso de la impedimenta, lo agreste del camino y las plagas de parásitos. Incluso he conseguido sobreponerme a la escasez de agua y a las emboscadas de los bandidos… Por eso, hoy confieso mi alegría y, justo es, mi agradecimiento a un buen número de buenas personas que me han ayudado a completar este periplo. Algunos y algunas lo han hecho a mi lado, tirando de mí o empujándome, tratando de compensar mis momentos de debilidad; otros lo han hecho acompañándome durante grandes trechos, mientras me ayudaban a llevar mi carga; y muchos más me han jaleado cuando me encontraba o me cruzaba con ellos a lo largo del camino. A todos ellos, muchas gracias.
Lógicamente, debo dar las gracias a quienes, con sus voces y en la distancia, han sabido y han querido guiarme en esta última etapa hasta hacerme llegar a la comodidad de un oasis. Pero, más allá de eso, tengo que brindar un testimonio de gratitud muy especial a Manolo; y a Benito. También a Manuel. A Pepe. Y a Eugenio. Y… Todos ellos, tal vez sin saberlo, me han brindado durante estos meses la posibilidad de refugiarme, siquiera temporalmente, en unas reconfortantes umbrías. Gracias también a quienes, de vez en cuando, han marcado un número que en otros tiempos no paraban de teclear o han enviado un correo electrónico a esa dirección que llevaba muchos meses memorizada en su ordenador. Y a quienes, me consta, han tenido a este peculiar beduino en sus pensamientos y en sus conversaciones. Ellos y ellas saben a quiénes me refiero, porque han cruzado el desierto conmigo.

5 comentarios:

  1. Los desiertos, quebrantos que amenizan la enésima copa en la barra de un bar.

    Menuda liberación el día en que se es consciente que lo que generaba malestar, angustia, opresión, tristeza, decepción empieza a quedar atrás. Queda aprender de la experiencia y muy importante, al menos para mi, procurar que una turbulenta vivencia no acabe con la ilusión de ver y hacer como se cree. He vivido una tortuosa historia y aunque tengo continuamente la tentación de dejar de creer y censurar comportamientos y actitudes me niego rotundamente y quiero volver a enamorarme hasta las trancas y hacer locuras, no debemos permitir dejar de ser lo que somos por una mala experiencia aunque sí debemos estar más pendientes.

    No creo que seamos una población sobreformada, en todo caso un erróneo entendimiento de lo que debe ser la formación. Tengo fe inquebrantable en la educación, primero porque da solidez, capacidad de discernir y elegir y
    por supuesto, por lo que supone profesionalmente y antetodo personalmente. Lo que me molesta es que el sistema esté tan estructurado y todos pasemos por el aro sin cuestionarlo, me refiero a estar en la universidad por sí, cursar masters y opositar porque sí también. Eso no es formarse, es participar en la maquinaria establecida y dejarse la pasta aquí y allá sin asumir retos reales. Es increible que universitarios con títulos de esto y lo otro no lean periódicos, libros y no tengan una cultura general ni interés en tenerla.

    En la escuela si no se trabaja profundamente las humanidades y matemáticas y se pierden en métodos pedagógicos se corre el riesgo de crear generaciones débiles.

    Saludos y buen fin de semana.

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  2. Felicidades de todo corazón Juanra. Espero que a partir de ahora no encuentres ningún desierto en tu camino sino esplendorosos oasis.

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  3. Eres un gran tipo. La travesía por el desierto era sólo un paréntesis, cuestión de tiempo.
    A.C.

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  4. Atravesando áridos desiertos y con poca agua es como se descubren dimensiones humanas que en los oropeles del poder no suelen darse.
    Amablemente suyo...

    Luismi encalomao en el promontorio de las basuras de Bolaños,midiendo el gas natural que de ellos emanan a ver si logro colocarme en la misma empresa que la que ha fichado a D.Felipe González
    (De los González de toda la vida)

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  5. Me he quedado sin palabras. Bueno, al parecer antes me he quedado sin la posibilidad de acceder a los comentarios del blog, por lo cual pido sinceras disculpas. Os agradezco a todos vuestras cariñosas palabras.
    De Esperanza, me quedo con una frase (aunque casi podría suscribir todas sus palabras): "Queda aprender de la experiencia y muy importante, al menos para mi, procurar que una turbulenta vivencia no acabe con la ilusión de ver y hacer como se cree". En eso debemos estar todos, porque es toda una enseñanza de vida y todo un signo de madurez.
    Para el anónimo que me desea "esplendorosos oasis"... Me encanta que alguien pueda expresar esa voluntad; o que al menos pueda tenerla, independientemente de que sea yo o no el destinatario de la misma.
    A.C. habla del tiempo como barrera hacia algo: tal vez hacia nosotros mismos. Estamos tan cerca, y a veces tan lejos... Y de grande, nada: creo que 173 o 174 centímetros.
    Y Luismi... Siempre he envidiado tu forma de firmar. Desconozco el significado de la palabra oropel, seguramente porque uno lleva media vida pisando arena caliente, lejos de casa y, como tú dices, con poca agua.

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