martes, 8 de junio de 2010

De primas y primos

Hoy, los sindicatos mayoritarios han convocado una huelga de trabajadores del sector público, en protesta por la reducción de salarios aprobada por el Gobierno y convalidada, por los pelos de Durán i Lleida (el prometedor político catalán tan amigo de los jornaleros andaluces), por el Congreso.
Nunca me ha gustado el pensamiento único. Me da pavor. Y en los últimos días vengo observando una preocupante coincidencia en los ‘opinadores oficiales’ de muchos medios de comunicación: el sacrificio para salvar una situación de extrema gravedad debe comenzar por quienes más tienen, por quienes cuentan con la mayor seguridad, por los más favorecidos (ante la posibilidad de que en un futuro no lejano haya que recurrir con cierta frecuencia al uso del término, no estaría de más que se repasara el origen y el significado actual de la palabra ‘hecatombe’…)
Esto es, siguiendo ese razonamiento, el ajuste duro debe iniciarse por los funcionarios y, cuidado, por los trabajadores de toda condición a sueldo del sector público (incluidos aquellos que no cuentan con plaza ‘en propiedad’ y cuya ‘seguridad’ puede estar más que nunca en entredicho). No se trata de plantear ‘sacrificios’ de las grandes fortunas; de aquellos que se han hecho de oro con los años del pelotazo; de quienes se lo han llevado y se lo llevan calentito; de los que camuflan sus mareantes ingresos mediante los resquicios de la maquinaria fiscal; de los especuladores que siguen aprovechándose, más que nunca, del temor de los más débiles y que amparan que casi la cuarta parte de la riqueza que se genera en esta tierra sea tan negra como los pies de un grillo: pura economía sumergida, sin garantías sociales, sin derechos, sin cotizaciones, sin impuestos…
Ayer escuché por la radio a un muchacho que hablaba de lo mal que lo están pasando sus primos. Los pobres, alguno de ellos entiendo, están en paro; como otros cuatro millones de señores y señoras con DNI. Y el chaval anda preocupado por ellos, lógico.
Mientras, más de medio país anda de cabeza pensando en este chico tan apegado a su familia y en una veintena de sus compañeros que, si son capaces de hacer adecuadamente su trabajo y de cumplir buena parte de los pronósticos, se embolsarán 100 millones de pesetas por barba en apenas un mes, el tiempo justo que dura la Copa del Mundo de Fútbol de Sudáfrica.
Nota para el lector: A estas cantidades que los deportistas de elite ingresan por el rendimiento de su trabajo, añadidas a sus ya de por sí desorbitadas fichas (como si a los repartidores de Correos les endiñaran una pasta gansa además de la nómina por acertar con las cartas en cada buzón correspondiente), se les denomina primas. Lamentablemente, éste es un claro ejemplo de que el lenguaje no entiende de igualdad de géneros: porque los primos somos otra cosa bien distinta.

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