miércoles, 3 de junio de 2009

Un buen dato para un mal día

Más de 400 personas. O, también es cierto, menos de quinientas. Medio llena o medio vacía, la realidad de la botella del desempleo en Jerez indica que el pasado mayo se cerró con 456 desempleados menos que abril. Después de meses de constante alza del número de demandantes (una circunstancia común al conjunto de Andalucía, de España, de Europa, y me atrevo a decir que de todo el mundo), por fin un buen dato en este reducido pero significativo índice de medición tanto de la salud como de la sensación subjetiva con la que el paciente asiste a la evolución de su enfermedad. Una enfermedad a la que ningún experto ha restado gravedad, dicho sea de paso.
Maestros tiene la iglesia, y no seré yo quien analice las peculiaridades del tejido productivo ni del mercado laboral de esta ciudad. Tampoco podría descubrir nada nuevo, porque mi impresión coincide sustancialmente con los análisis que viene realizando el Ayuntamiento. Pero considero de una extraordinaria importancia este torniquete en forma de estadística. Porque no sólo el fútbol, sino la economía y la propia manera de afrontar la vida, es un estado de ánimo. Y, por más esfuerzos que infinidad de personas que conozco, valoro y aprecio han venido realizando durante muchos meses de encomiable dedicación profesional y de una implicación que va mucho más allá de lo moralmente exigible, la situación no estaba por reconducirse. Por ello, sería un error echar hoy las campanas al vuelo.
Un error de interpretación aritmética, sí; un error estratégico-político, también; pero, además y fundamentalmente, un error desde el punto de vista humano. Porque esta ciudad (los números absolutos son, lógicamente, más destacables en ámbitos geográficos superiores; y, por otra parte, se prestan a interpretaciones ligadas a la oportunidad, al clima de confianza y a las propias distorsiones que introduce un sistema demasiado acostumbrado a coquetear con la dudosa rentabilidad cortoplacista de la economía sumergida) sigue manteniendo del orden de 26.000 personas que continúan sin ver satisfecha su demanda de lograr un empleo. Siete mil más que hace un año, según me apuntan.
Pero no seré yo quien supere al Papa en el ranking de papistas. Por las mismas que tampoco me apostaría una cena yendo un milímetro más allá de las palabras del ministro de Industria. Es más, me gustaría poder estar en condiciones de liarme a jugarme ágapes con mis amiguetes manteniendo sus mismas predicciones de que los datos del paro son un indicador evidente de que la crisis empieza a estar pasada de moda: pero él debe saber algo que yo ignoro…
Sin embargo, la atención a las frías estadísticas impide apreciar la realidad que sus números reflejan. Y no me refiero a esa vieja paradoja que concluye que si una persona se come un pollo entero y otra se ve obligada a ayunar por completo, ‘estadísticamente’ cada una de ellas habrá dado buena cuenta de la mitad del bicho. Muy lejos de todo eso, estoy hablando de la frialdad de las tablas, de lo acostumbrados que estamos a las sucesiones de números que nos alejan de las circunstancias vitales que se empeñan en ocultar: tanto de las personas que precisan un trasplante como de quienes fallecen fin de semana tras fin de semana en accidentes de tráfico.
Porque, después de años de caída en picado de la siniestralidad, nuestras carreteras siguen cobrándose la vida de cientos y cientos de personas; y porque miles de compatriotas aguardan a que les llegue un órgano que les conceda una cierta esperanza de vida, justo en el país con un mayor índice de ‘generosidad post mortem’ del mundo… Y eso, teniendo en cuenta que ambas realidades presentan una cierta evolución ‘amable’ de sendos dramas sociales. ¿Qué decir entonces de las estadísticas que, a excepción hecha de la que hemos conocido hace unas horas, continúan hablando de personas y familias que pierden sus empleos?
Hoy un día en el que más de 400 jerezanos y jerezanas (menos de 500, también es verdad) han encontrado trabajo, he sabido que alguien a quien conozco personalmente y aprecio profesionalmente ha perdido su empleo. Cincuenta y pico años; de profesión, parado.
Ni siquiera es de Jerez, pero a mí los números y las estadísticas se me han caído encima de repente. Las matemáticas siempre me parecieron para personas que llevaran un montón de bolígrafos en el bolsillo de la camisa. Y me hice de letras. Como consecuencia, hay muchas cosas que me cuesta entender, claro. Entre ellas, las estadísticas. Y, especialmente, la del medio pollo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario