sábado, 3 de julio de 2010

Codos

He vuelto a estudiar. Me refiero a estudiar hincando los codos, porque uno jamás ha dejado de tratar de cultivarse mínimamente en lo personal y lo profesional. Pero sumergirse durante horas en papeles con el objetivo de acabar con ellos antes de que ellos terminen contigo no lo hacía prácticamente desde mis últimos exámenes en la Universidad de Navarra. Y no sé si será por la pérdida de la práctica o por la ‘mortandad’ de mis neuronas; pero yo recordaba que se me daba bastante mejor que ahora…
También es verdad que he ido a hincar el diente a un temario que se las trae. No es que sea árido; es que a su lado el Sáhara es un vergel. Me está costando la misma vida, claro, a pesar de lo cual insisto, insisto e insisto. Hasta el punto de que estoy maravillado de haber descubierto en mí una capacidad desconocida que podría denominar ‘perseverancia productiva’. O ‘tozudez intelectual’, que me gusta más.
Ahora que el calor aprieta e invita a visitar las playas, cuando los estudiantes han aparcado sus libros y disfrutan de su ocio (incluidos mis dos hijos quienes, por cierto, me han dado sendas alegrías con sus calificaciones), yo me empeño en ligar bronce con el flexo… Puede que no sea el plan ideal, pero para uno queda la satisfacción interior por el esfuerzo realizado y por los frutos que, poco a poco, voy descubriendo en mi sesera.
Como ya decía ayer, tengo un saco de motivos para seguir peleando en esta época de crisis y convulsiones: el primero de ellos es ser dueño de mi propio destino. Pues eso, a seguir estudiando.

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