martes, 20 de enero de 2009

La gran esperanza

Uno, que va camino de acumular 40 calendarios, jamás ha vivido un acontecimiento como el de hoy. Tal vez en otros momentos haya sucedido algo similar, pero yo no los he conocido.
Hasta el punto de que nunca he entendido esas publicaciones que dedican su primera página al protagonista del año, porque ese simple concepto me parecía extremadamente complejo de definir y, por tanto, sometido a innumerables matices. Pero, en esta ocasión, no creo que me equivoque si digo que Barak Obama será el gran protagonista de 2009; cuando apenas se han cumplido tres semanas del año.
Lo que ha sucedido hoy, con medio mundo pendiente del televisor, con los ojos fijos en un hombre que ha sabido encarnar como pocos la esperanza de construir un mundo mejor, me parece un caso extraordinario. Porque, al menos en lo que yo conozco, no encuentro un precedente similar que haya aglutinado tanta confianza dentro y fuera de sus fronteras nacionales, por más expectación que en su día generasen ciertos gorbachoves y jimmycárteres (algunos de los cuales han dejado sin duda una importante huella en la historia).
Ahora bien, en medio de tanta esperanza, de tanta ilusión puesta en torno a un hombre al que se le ha confiado el fin del hambre en el mundo, la solución al cambio climático y poco menos que la paz y la concordia universales, creo que se abre el tiempo de la cautela. Cautela porque no hay mortal capaz de satisfacer tal grado de expectativas, por más anchas que tenga las espaldas; cautela porque una sola persona no es capaz, por muy poderoso que sea, de quebrar tendencias y de imponerse a colosales intereses políticos y económicos; y cautela, además y fundamentalmente, porque ese hombre es el jefe del Estado del país más importante del planeta. Y a él se debe. No dudo de su bonhomía, de su conciencia social, de su inquietud y de su especial sensibilidad hacia determinadas cuestiones de ámbito y repercusión universal. Incluso estoy convencido de que Obama no es un producto de marketing (cielos, su antecesor tampoco lo era...); y por las mismas temo que pueda llevarnos a una mayúscula desilusión, sin ni siquiera pretenderlo.
Pero no le envidio en absoluto, porque tiene ante sí una tarea titánica y porque hay miles de millones de personas que tienen fijadas en él sus esperanzas. Aunque, eso sí, le deseo la mayor de las suertes: porque esa suerte no será sólo la suya o la de su país; sino la de todos nosotros y nosotras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario