lunes, 26 de enero de 2009

Laredo, Oropesa, Fuengirola... y Génova

Vaya por delante que no me reconozco. O, mejor dicho, que no reconozco este blog. No lo reconozco como mío, vamos. Seguramente será lo menos avanzado del mundo, y cualquiera que sepa cómo hacer que la almohadilla (#) salte a la primera de una de las fichas del teclado del portátil a la pantalla (a mí me ha costado media vida) lo despreciará por anticuado, por poco versátil y por carente de elementos dinámicos. Pero me da igual. Es mi blog, yo lo hago así porque me gusta como es (también es verdad que no doy para más). Aun a pesar de todas las limitaciones de esta bitácora (todas ellas achacables a su impulsor), me encanta. Creo que es la segunda gran cosa que he hecho en este mes de enero, después de dejar de fumar.
Porque lo mejor que tiene esta pequeña ventana es que permite ser quien eres, a la espera de que otro u otra te capte en tu ‘mismidad’: tu vecino del tercero, un compañero de EGB, una internauta despistada de Perú o alguien desde la sede del PP en Madrid (os he visto en la estadística de visitas del blog, y os doy la bienvenida, aunque seguramente éste no vaya a ser un blog de cabecera para vosotros. A las 15:48 horas, los tíos; como para que digan que no trabajáis por las tardes…)
Un blog es algo así como esas botellas en las que, cuando era pequeño, introducía mensajes con mi nombre y mi dirección, y arrojaba al mar mientras pasaba los veranos en Laredo, en Oropesa o en Fuengirola. Es curioso: lo de la botella, teóricamente, funcionaba (la tradición literaria ligada a los náufragos parecía avalar el procedimiento); y, sin embargo, jamás recibí respuesta. La imaginación infantil achacaba a veces esa ausencia de retorno al hecho de que el receptor de la botella desconocería mi idioma. Habría llegado tan lejos…
Con el paso de los años, la pérdida de la inocencia y las bofetadas de realidad que uno va acumulando, se llega a otra conclusión: con toda seguridad, esas botellas acabarían fastidiando el medio ambiente, arrumbadas en algún recoveco de las costas de Cantabria, de Castellón o de Málaga. Entre el rumor de las olas y en compañía de las gaviotas. Casi como yo ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario